LA INMOVILIDAD DE UN TRAYECTO

por Teódulo López Meléndez La última vez que me ocupé de Filippo Tommaso Marinetti fue para dejarlo encerrado en un viejo palacio de Venecia(Jardines en el mundo, 1996). Lo dejaba allí con todas las vanguardias, en una exposición como cualquier otra, como pieza de museo. Al fin y al cabo, pensaba, las vanguardias habían asumido un signo ambiguo. La carga del Manifiesto futurista me parecía muy bien entre gruesas paredes por la evidente contradicción, reforzada sin duda, entre ideal civilizador y progreso técnico-científico. Aún más, posmodernidad, reflexionaba, nace en el momento en que la vanguardia(lo moderno) se agota en su proceso de demolición. Marinetti no podía saber que la concepción del tiempo variaría radicalmente y que en esto que ahora llamamos “tiempo real”, donde el presente y el ahora son omnímodos, sus deseos de un hombre identificado con un motor nos obligaría a meter las manos en el polvo que se desprende de aquél documento. Allí se hablaba de la belleza de la vel...