Aprender del tiempo
Teódulo López Meléndez
Era
de día o era de noche, para aquellos que comenzaban a medir el tiempo. Tan
elemental procedimiento no aparece aplicable en los contextos de la evolución
actual de un mundo deformado.
Los
relojes de sol o de arena hoy han sido sustituidos por unos atómicos de extrema
precisión, mientras los alborotadores –así podrían ser denominados- se enredan
en drones y en misiles que pueden portar lo atómico y crean calendarios contradictorios
de los ciclos lunares y solares. Se podría argumentar, en paradoja, que ya no
miden el tiempo, sino que se esconden de él.
Por
los cambios estacionales, por solsticios y equinoccios, observaban, para
siembras y eventos, mientras hoy no saben ni siquiera distinguir la oscuridad o
las fases de la luna.
El
tiempo, ahora, para algunos, depende de la fantasía imaginaria, de los deseos
de poder y del encendido de una vela que se chamusca.
Ya
el tiempo se mide con precisión, pero parece que el político sigue siendo una flor
de cactus. Hay tiempos de oscuridad en la vida política que sólo pueden ser
contrarrestados con un ciclo olvidado que es el de la inteligencia. Lucidez era
la palabra apropiada, criterio político solía decirse.
Ahora
que llegamos al 2026, conforme a la medida cristiana, vemos a nuestro país
contradiciéndolo todo, hasta olvidar la medición misma del tiempo. Sus
protagonistas carecen y el país se acerca a carecer. La cosecha es de siembra
previa, de regado y de, al menos, conciencia de que semillas se esparcen.
Habrá
que preparar otra vez la tierra (léase país), afanarse en los conceptos,
rescatar la medición del tiempo que aquí no depende de la cuenta en números,
para llamar a un nuevo año, para volver a mirar los ciclos y despertarse
verdaderamente en un tiempo nuevo.
Quizás
podríamos hablar de síntesis, lo que no se traduce en limitaciones, sino en
abrirse de nuevo dejando atrás identidades falsas y cerradas. Madurez, suele
decirse, traducible como acercamiento que permita la fructificación y el
rescate de lo que somos. Esto es lo que verdaderamente sería un nuevo año para
esta tierra hoy agazapada.
Hay que retomar el tiempo como enseñanza, (en especial ese que denominamos histórico), como reconstrucción del conocimiento. Este país de nuestros temores y pasiones bien se merece un año nuevo. Hay que volver a distinguir el día de la noche.
@tlopezmelendez
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