Las consecuencias de estar-aquí
Teódulo López
Meléndez
El hombre de estos tiempos no viene de la manga de un prestidigitador. El hombre posmoderno es heredero directo de la modernidad. Lo que estamos viviendo parece ser el punto final de una evolución ya detenida, lo que, si queremos, podemos ver en Nietzsche como el proceso desde la elevación maníaca hasta la mediocridad semidepresiva.
Por supuesto que este camino no ha sido lineal. La decadencia aparece como un gráfico de movimiento de las economías, con aristas de subidas y caídas, pero siempre marcando la decadencia hasta el hombre estupefacto de hoy. El espíritu de esta época es el del autoengaño, el de la falsificación en el dinero y el éxito. Los dioses ya no hablan, mantienen un larguísimo silencio que ha llevado a los hombres a producir su propio entusiasmo bajo directa administración materializada en esta huida hacia delante que se empeña en mantener la historia de la especie.
En este mundo de comunicación absoluta
conocemos la casa global demasiado bien, lo sabemos todo sobre ella, esta
“casa” ha sido desprovista de todo secreto. Nuevas formas de huida han
aparecido, nada novedosas, sólo que más macabras.
EL “instinto de muerte” freudiano que ha llevado al hombre a buscar salida de este mundo encuentra la expresión contemporánea de disolución, para no tener que sentir más, en la muerte “útil” que reconcilia con Dios, dando lugar a una mezcla con la antropología metafísica. Quien sobrevive en este mundo, como algunos pueblos e individuos, al margen del éxito y del dinero, y sin tener que recurrir a la droga sustitutoria de los químicos, es aquél que ha elevado su espíritu por encima de la época denigratoria y pleno de energía para morir sobrelleva sabio las consecuencias de estar-aquí.
Tenemos casa para el mundo, pero no tenemos mundo, a no ser uno cansado bajo unas apariencias. Estamos en las vecindades de un punto final que bien podríamos convertir en punto de partida. Creo que se nos ha falsificado todo lo que se puede ser. Quizás el mayúsculo desafío al que me refiero es que la posmodernidad, con su civilización massmediática, lo que nos está ofreciendo como mundo es la falta de mundo.
André Breton estaría perplejo: el surrealismo se ha convertido en realismo. En esta mudanza del hombre a la casa nueva estamos confirmando como la estructura política, y sus variantes económicas, la están obstaculizando. Cada día urge más predecir un hombre futuro, mientras los conflictos localizados y los genocidios nos hunden en la perplejidad renacida de una memoria que se desuela resguardada en lo que aun llamamos historia.
@tlopezmelendez
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