El cinismo de este tiempo
Teódulo López
Meléndez
En los tiempos de las innovaciones tecnológicas el hombre posmoderno intuye que ellas se quedarán cortas en cuanto se refiere a sus propias mudanzas. La decepción de este hombre lo lleva a la convicción de que restar sensible es utópico, pues mantener los sentidos en alerta ante una felicidad que no llegará, es necio. El cinismo aflora en el siglo XXI. Ya no el de Diógenes, ni siquiera aquél manifestado por Oscar Wilde cuando exclamó que él no era un cínico sino un hombre con experiencia, para preguntarse, sin embargo, si acaso no eran la misma cosa.
El mismo sentido de pasividad estaba en Antístenes, discípulo de Sócrates. Un pintor italiano, Giorgio de Chirico, lo resume: los hombres tienen caras redondas y vacías, miembros proteicos y son geométricamente parecidos a los humanos, pero sólo se les asemejan. La humanidad gorda de Botero los hace a todos un indeterminado uno. El hombre de ambos pintores se parece a todos y a nadie.
Diógenes irrumpe en la Atenas decadente. Siempre el cinismo lo hace en tales circunstancias. Sin embargo, el cínico de la antigüedad era un original solitario y un moralista provocador. En otras palabras, un marginal. Ahora el cinismo crece en el anonimato. Ya no hay perro que husmee, cual Diógenes. El cínico de la posmodernidad es un asocial integrado, alguien que no comparte, pero que hace rutina de las prácticas y cumple los rituales que se le imponen. Peter Sloterdijk lo considera un caso típico de melancólico el cual controla, en apariencia, sus síntomas depresivos y trabaja.
Diógenes no era la falsa imagen de un filósofo en un tonel, era, por el contrario, un perro que mordía. Hoy los perros ni siquiera husmean. El cinismo es la manifestación desagradable de una falsa conciencia supuestamente esclarecida. La impostura ha sido posmodernizada. No recuerdo quien acuñó la expresión “mal del siglo”, pero si se puede asegurar que el del XXI será, o es ya, el cinismo. Ya no hay espacio para hippies, el cinismo ya no es una mezcla de humorismo, filosofía e ironía. La antigua alianza entre la dicha, la ausencia de necesidad y la inteligencia, no existe más. Es por ello que las religiones orientales patinan en sus viejos encierros y la cultura occidental deja de lado la tradición inteligente.
La conciencia moderna se ha desgraciado. Por eso estos tiempos de conciencia desdichada reciben el impacto de la Aufklärung destrozada. Cuando los perros de Diógenes de Sinepe no sólo husmeaban, sino que mordían, había respuesta a la desilusión. La única coincidencia es que el cinismo reaparece cuando la civilización deja la inteligencia.
@tlopezmelendez
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