Los tejidos que se rasgan
Teódulo López Meléndez
Con la conmoción que atraviesa este
planeta, y a la transición hacia nuevas formas, entran en el escenario la
cibernética, la inteligencia artificial y todos los avances tecnológicos que se
alzan como los nuevos facilitadores de metáforas.
La cibernética pretende ser un
rompimiento de estrechez y empadronarse como movimiento de ideas. Si bien se
plantea como el estudio de las máquinas, su interrelación con los humanos es
punto clave, a un ritmo sin antecedentes, sobre todo porque al modelar un
objeto lo que ha tenido en cuenta ha sido la reproducción de su funcionamiento
sobre otra estructura.
La Inteligencia Artificial (IA) se
ha propuesto el desarrollo computacional capaz de mostrar una conducta
inteligente. Las máquinas superveloces lo son cada vez más, al igual que sus
aplicaciones. Si caemos en hipótesis lo menos que podemos argumentar es que
vamos hacia una interrelación hombre-máquina que nos conduce hasta
planteamientos como el hombre protésico, el ciborg o androides o humanoides o
replicantes y, en el campo social, hacia una organización cooperativa de
hombres y máquinas.
Veamos a Internet: crece
aceleradamente la conectividad, el ancho de banda, la capacidad de archivo y la
velocidad. La tecnología rompe la lentitud de la evolución biológica, hasta el
punto de considerarse que el siglo XXI será equivalente a 20 mil años de
desarrollo lineal. El ciberespacio y la realidad virtual pueden conducir a un
solipsismo extremo, la de la vida en un mundo virtual.
Los
procesos científicos que vivimos han alterado la relación del hombre con la
naturaleza y la interacción entre los seres vivos, de manera que ellos deben
ser mirados en el contexto social. Si bien podemos admitir que la capacidad de
modificar la naturaleza siempre ha estado presente en la historia humana, nunca
como ahora. Asistimos, por ejemplo, a la paradoja de un sistema de
comunicaciones que facilita notablemente el intercambio y la organización pero
que, al mismo tiempo, aísla.
Ciencia y
sociedad marchan hoy entrelazadas, aunque, al mismo tiempo, ha producido la
ruptura del equilibrio entre el hombre y la sociedad. El sistema de información
se hace espectáculo. Este avance implacable de la era digital está fundamentado
en una interacción de la tecnología, el procesamiento de información y el
conocimiento aplicado a las máquinas. Qué es lo que se adquiere y qué lo que se
internaliza. Es obvio que los efectos políticos ya los estamos viendo.
Esto implica un cambio de sistema
cultural que reestructura el mundo social. En buena medida la técnica se ha
hecho autónoma, aunque plantee su existencia como un propósito de mejorar al
hombre y en términos de eficiencia mantiene aún su planteamiento.
Quizás ha sido Michio Kaku (La
física del futuro, La física de lo imposible), autor de la teoría de
las supercuerdas, quien se ha atrevido a plantear posibilidades de lo que
seremos. En su concepción estamos en la civilización O que terminará con el
agotamiento de las actuales fuentes de energía, para avanzar hacia las civilizaciones
I, II y III. Aventurando la posibilidad de una IV indica que en la III la
energía necesaria lo sería para rasgar el tejido del espacio y del tiempo.
@tlopezmelendez
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