Teódulo López Meléndez
Si
algo caracterizó la casi totalidad de del siglo XX fue la separación entre
política y religión. Sin embargo, podemos encontrar el inicio de su nueva
imbricación en la victoria del partido israelita Likud en la elecciones de
1977. En 1979 Jomeini asume el poder en Irán. Se acusa a la modernidad de un
gran fracaso y se procura de nuevo el fundamento sacro de la sociedad.
Muchos
analistas hablaron de un resurgimiento religioso que jamás se produjo. De
manera que una de las paradojas consiste en gente cada vez más lejana de lo
religioso y en las religiones tomando preponderancia política. Quizás podamos
definir la situación como un declive espiritual de las religiones paralelo a su
injerencia en los asuntos geopolíticos producto de un estado de incertidumbre.
La mezcla de religión y política le da a la primera la dimensión que pierde en
otros terrenos.
Sobre
el tema nos interesan las religiones monoteístas, pues de su seno viene la
conjunción religiosa-política. Toynbee escribió que ese antagonismo e
intolerancia provenía de una transferencia propia del sentido absoluto de lo
divino al sistema concreto de fe y que eran sus numerosas coincidencias e
identificaciones lo que provoca, paradójicamente, los enfrentamientos. En otras
palabras, esos conflictos conllevan a su absolutización en el terreno de lo
político.
El
mundo musulmán, en décadas pasadas, no se apoyaba en gran manera en su baza
religiosa, pero la gran derrota en la Guerra de los Seis Días y la evolución de
Israel llevó a otras consideraciones que podían proyectarse a que el fracaso se
debía al abandono de los preceptos religiosos. La derivación terrorista de
algunos sectores islamistas no se haría esperar, aunque la casi totalidad de
los Estados no se inmiscuyeron y algunos financiaron y financian a esos grupos
más por intereses geoestratégicos que por otras razones
Los
sucesos políticos tomaron su expresión feroz en los enfrentamientos entre
israelíes y palestinos lo que motivó a la gran y variada comunidad musulmana a
buscar formas de organización y al brote de grupos como el de Hamas en la
Franja de Gaza o Hezbollah en un fragmentado
Líbano.
Evidentemente
se hace necesaria la devolución de lo religioso a la esfera privada, tarea nada
fácil. La presencia de factores irritantes, fundamentalmente el problema
israelí-palestino, continúa a llamar a la religión al plano de la acción
política. Quizás Fred Halladay, vista la localización geográfica de los
orígenes del conflicto, nos dé señales en sus libros El Islam y el mito del enfrentamiento y The middle East in International Relations.
Halladay,
a la par de negar enfáticamente la confrontación entre occidente y el Islam (lo
llama “mito de la confrontación”) da su particular visión de la revolución
iraní de 1979 la que para él no es más que un movimiento populista
característico del tercer mundo
De
esta manera el que hable de la amenaza islámica como si lo fuera religiosa está
absolutamente equivocado. Hay alrededor de 60 países islámicos con los mismos
conflictos que los no islámicos, conflictos derivados por el precio de las
exportaciones, por los mercados o por el carácter histórico. Si se sigue esta
lógica de análisis la respuesta a la intromisión religiosa en la política sólo
puede ser contrarrestada por una mayor de la política en el asunto religioso,
considerando que el fundamentalismo nace por el fracaso del secularismo
modernizador.
Los
terroristas son una minoría escindida y dañina. Las civilizaciones no son la
fuente del conflicto. Edward Said dijo
que en lugar de hablar de choque de civilizaciones correspondía hablar de
choque de definiciones.
Los peligros mundiales reales y verdaderos son los que se enumeran, desde
la desigualdad, el hambre, la pobreza, los cambios climáticos, los conflictos
que se envuelven en el enfrentamiento armado. Este mundo en transición ve brotes
que están conllevando a un nuevo totalitarismo.
@tlopezmelendez
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