La sospecha del fracaso

 



 

Teódulo López Meléndez

La expresión “falta de morada” es de Heidegger cuando en “Carta sobre el humanismo” definió así el rasgo ontológico sobresaliente del hombre contemporáneo. Es precisamente en una “enrancia” a la manera heideggeriana donde estamos.

Gianni Vattimo llamó “pensamiento débil” a la característica nihilista del hombre posmoderno. Ante la ausencia de un pensamiento que hable de la verdad y de la totalidad (“fuerte”) se ha alzado uno que rechaza las legitimaciones omnicomprensivas (“débil)

 Seguimos viviendo sembrados en la trayectoria de lo pasado, una que conduce a ninguna parte. Hasta la forma de pensar sigue siendo la misma, en una especie de parálisis cerebral que nos impide comprender que debemos generar nuevos paradigmas que puedan producir una transformación de la realidad inmediata.

Los llamados dirigentes consideran que mantener su condición los ancla en los viejos modos y en las viejas maneras. Son incapaces de ejercer liderazgo planteándose la asunción de nuevas formas y, menos aún, son capaces de convertirse en agentes productivos de los nuevos paradigmas. Perviven en la limitación para idear. Así, la información que generan es estereotipada y sin significado para una población cansada y harta de escuchar lo que vislumbra como unn nuevo fracaso.

No puede pretenderse la aparición de un nuevo cuerpo de doctrina infalible y totalizante, una especie de renacimiento de las ideologías. Lo que ahora corresponde es proponer una nueva lectura de la realidad, esto es, la creación de una nueva realidad derivada de la permanente actividad de una república de ciudadanos que ejerciendo el poder instituyente cambian las formas a la medida de su evolución hacia una eternamente perfectible sociedad democrática.

Ahora bien, debemos marchar hacia la construcción de la nueva realidad. Como en el caso de los senderos que se bifurcan, la nueva realidad puede ser una u otra. En cualquier caso, es menester la generación de elementos nuevos inexistentes previamente. A esto me refiero cuando llamo la atención del pensamiento. Mientras más elementos novedosos se inserten en la realidad que enfrenta bifurcaciones más posibilidades habrá de una realidad flexible que preservará el estado alcanzado, pero que seguirá consciente de utilizarlo para nuevos saltos cualitativos. Esto es, el líder es más un facilitador que un artífice, permitiendo así la preservación de la libertad.

 El vencimiento de los paradigmas existentes, o la derrota de la inercia, debe buscarse por la vía de los planteamientos innovadores e inusuales que, con toda lógica en los procesos humanos, serán descartados ab inicio por el entorno institucionalizado. El derribo de los dogmas no es un proceso fácil ni veloz, pero el aporte de las nuevas tecnologías del intercambio comunicacional será un desencadenador clave.

 La inutiidad de los viejos paradigmas queda de manifiesto cuando el hombre comienza a sospechar que ya no le sirven exitosamente a la solución del conflicto o de los problemas. Está claro que la revocatoria de los anteriores requiere de un esfuerzo sostenido pues se deben revalorar los datos y los supuestos.

 Nuevos paradigmas requieren, generan o adoptan nuevos actores. Cuando los nuevos prendan en la conciencia entraremos en un “encargo a la multitud”. Los nuevos paradigmas comienzan a bullir en la lingüística, en la geografía y en la comunicación, sólo por nombrar algunas áreas. Deben aparecer también en el campo de la política y recuperar la subjetividad de lo humano.

@tlopezmelendez

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