La anomia política

 



 

Teódulo López Meléndez

En Venezuela las reglas sociales están debilitadas lo que conlleva a la desorganización reproducida. La impotencia ante ciertas realidades transforma el concepto de anomia en uno político, dado que la convicción de que toda acción es ineficaz transforma no sólo al individuo sino a la nación misma. Aparece la ansiedad. Cuando la acción política tiene como propósito transformar a los individuos en meros engranajes, necesariamente se produce el disenso sobre “valores”, uno que aumenta la desesperanza al no encontrar las vías de la edificación de otros.

 Si quienes deben cumplir las normas no son confiables, se pierde la posibilidad del futuro lo que conduce a la emigración masiva, entre otras muchas, pues la única definición posible es la de admitir la existencia de un país anómico y como el aspecto psicológico no ha escapado de los estudios sobre la materia es perfectamente lícito asegurar en términos de anomia social que un país anómico se encuentra en el trastorno.

Fue Merton el que llevó el concepto de anomia, entre otros, a las anomalías psicológicas, pasando por la existencia de normas despropositadas y que, además, no se cumplen, unas que quedan en los anuncios de los anuncios. De allí conformidad, ritualismo, retraimiento, rebelión. En cualquier caso, la palabra es desorganización, una que conlleva a la ansiedad y a la agresión, una marcada por la ausencia casi total de un sistema simbólico válido en el cual reconocerse.

Tenemos un tejido social roto donde sólo confina un uso ilegítimo de todo ilímite, mientras la población se encuentra al margen del acontecimiento efectivo, dado que en su estado de perturbación reinan los políticos aprovechadores o sin la esencia del conocimiento para interpretar los procesos históricos, y una casi imposibilidad de cambio hacia un orden social válido.

La clave está en usar la anomia para empoderarse. Venezuela vive en un suspenso donde los nuevos valores están disponibles, pero no vistos por el cuerpo social anómico. Quizás podríamos definir la situación como prepolítica, lo que de inmediato lleva a concluir que se requiere un retorno de la política. En cualquier caso, la palabra es desorganización, una que conlleva a la ansiedad y a la agresión, una marcada por la ausencia casi total de un sistema simbólico válido en el cual reconocerse.

No tenerlas equivale a un rechazo de lo dominante, pero a uno sin músculo. O como han señalado otros, el autointerés es siempre incompleto, tiene que tener principios sociales que lo sustenten y lo validen. Sobre la base excluyente del “yo” no hay organización social sustitutiva que brote. Con marketing no se va a ninguna parte.

@tlopezmelendez

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