El terrorismo y el auto que embiste

 



Teódulo López Meléndez

Conocemos bien la casa global, sabemos sobre ella, esta “casa” ha sido desprovista de secretos. Modificadas formas de huida han aparecido, solo que más adaptadas y más tétricas. Una falsificación producida por la obnubilación encarnada en hombres que creen en la salvación dejando atrás esta casa, ahora marcada por el viejo sentido apocalíptico que dominó al hombre en algunos momentos de la historia: la manera de huir es destruyendo.

Existir deja de ser una droga lo suficientemente poderosa y se procura sustituirla con la otra de la nada, sólo que el terrorista que se inmola parece no confiar sólo en su propia destrucción, tiene dudas sobre la permanencia de la casa después de su partida y busca una “utilidad” llevándose por delante pedazos, al menos, de aquello que debe ser abandonado.

La acción del terrorista no combate a un ejército enemigo ni es una acción guerrera, es la búsqueda desesperada de drogarse, de escapar, de restituir el viejo anhelo de salvación.

La batalla entre psicoanálisis y filosofía en procura de una respuesta parece ganarla el primero. EL “instinto de muerte” freudiano que ha llevado al hombre a buscar salida de este mundo encuentra la expresión contemporánea de disolución, para no tener que sentir más, en la muerte “útil” que reconcilia con Dios, dando lugar a una mezcla con la antropología metafísica.

El terrorista ve fluir todo hacia un mal fin. Sobrevivir sin el cuerpo, tesis de las religiones de salvación, es su premisa: hay que destruir al infiel, a quien no cree en “mi Dios´´. De esta manera se trastoca la convicción de un fin malo por la seguridad de que no hay otro bueno que el representado en la acción suicida-homicida. Podemos decir que el terrorista es alguien que sólo ve lo exterior real, aunque se ampare en una falsificación, en una ceguera total que lo lleva al argumento deico como justificación última. Sloterdijk lo explicaría así: «La conocida afinidad de mística y alienación recuerda que, en espacio psíquico, altura y hondura son equivalentes y que la impulsión hacia arriba difícilmente se deja diferenciar de la absorción hacia abajo».

Ciertamente no estamos para manifestaciones religiosas apocalípticas. Estamos, sí, para dar resolución y sentido a la casa y al mundo. Sobrevive aún –pese a la hipocresía- casa para el mundo, pero –con displicencia criminal- un mundo sembrado en la distorsión de las trizas.

 

@tlopezmelendez

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