Teódulo López
Meléndez
La
política no puede funcionar sin ideas. En buena parte es una ciencia de las
ideas. La organización social del hombre no nació como la vida ni crece como
las plantas. La política que carece de empuje proveedor de consistencia es una
futilidad. Dado que las formas políticas son invención del hombre no puede
desgajarse de la política la capacidad renovadora. La principal actividad de lo
político es dar sentido y toda democracia pasa a ser un proceso ininterrumpido
de transformación.
De
esta manera la política y la democracia, es decir, la acción y sus resultados,
no pueden ser otra cosa que inserción constante de nuevas opciones o, dicho en
otras palabras, ampliación permanente de la libertad. Tenemos, pues, que volver
a leer lo político sacándolo del cansancio, del aburrimiento y, sobre todo, de
un conservadurismo que brota ante las ideas y ante la esencia misma de lo
político y de la democracia.
Es
a través de la política que se constituye el vínculo social. Si no enfrentamos este proceso creativo la
política pasa a ser inepta para explicar las desigualdades que crecieron
paralelas a la libertad y se convierte en algo deleznable para el común de la
gente que nunca podrá entender lo que es ejercicio de la ciudadanía.
Otra
cosa que debemos aceptar es la política como conflicto y los conflictos
expresión del animus político. Y a la
democracia como capaz de administrar los conflictos mediante una renovación
permanente. Una cosa son las instituciones básicas, aptas para administrar el
control de estabilización, y otra la permanente manifestación de ideas que
amplían los espacios hasta una libertad transformadora. Está claro que las
llamadas instituciones y los intermediarios sociales ya no responden a las
exigencias de los tiempos y, por tanto, hay que buscar nuevos mecanismos.
El
populismo es una asunción de un modo radical para lograr la homogeneidad sobre
lo imaginario. La posibilidad de un gobierno omnisciente no cabe en el siglo
XXI. El populismo debe ser combatido con la siembra de la comprensión llevada
al grado de un estado de alerta.
No
se puede combatir demagogia con demagogia. El proceso de crear lucidez y
pertenencia es ajeno a las palabras altisonantes y mentirosas. El proceso de
repetición demagógica por parte de dos o más adversarios en una contienda conduce
a soliviantar un individualismo feroz que se traduce en apostar a la mayor
oferta engañosa.
No
se es mayoría social por acto automático. Legitimidad forzada no es confianza. Por
esta vía la legitimidad del poder y la legitimidad del ejercicio democrático
estarán afincadas sobre un barro extremadamente frágil y, lo más grave, la
democracia se derrumbará.
@tlopezmelendez
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