Teódulo López Meléndez
La crisis de la noción de representación de la democracia contemporánea se emparenta con la representación literaria en el sentido de que representar es hacer presente lo ausente. En política nos planteamos enfrentar esa “mediación” –reducida a restos hoy en día- entre representante y representado. En la literatura los personajes son “representantes” que fijan conexión con lo universal, son medios. Podría alegarse que también lo son en la democracia, pero los caracteriza tal alejamiento y frialdad que se convierten en abstracción. Las prácticas políticas vencidas y agotadas dejan de relatar. La literatura pone a la política en escena. Así, la ficción nos muestra otras aristas de la realidad e, inclusive, se hace ella misma realidad.
En América Latina la relación que describimos ha sido constante, no por lo testimonial, denuncia de dictaduras o proclamas de liberación, sino por su esfuerzo de mostrar las iniquidades del hombre. No en vano muchos señalan su búsqueda de una conciencia. Y como nunca terminamos de preguntarnos quienes somos tendemos a descifrar carencias y expectativas, a mostrar una visión político-histórica social de América. Literatura política propiamente dicha la ha habido, pero no se trata de dedicarse a hacerla. Se trata de un cometimiento mucho más ambicioso que el de hacer panfletos. Se trata de recuperar un sentido filosófico-político de respuestas que bien pueden partir de la simple y compleja condición humana en un mundo globalizado.
@tlopezmelendez
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