Teódulo López Meléndez
Hablemos de desarrollo humano, o
con expresión que nos gusta más, desarrollo en lo humano, no de desarrollo
simplemente. En primer lugar, porque no podemos entenderlo como una manera de occidentalizar.
Se le ha mirado también como un paso de lo tradicional a lo moderno, lo cual
conduce al mismo resultado, uno que en muchas ocasiones ha resultado
catastrófico. Podríamos decir que esta es una visión ideológica del concepto,
uno que implica la afirmación “lo tenemos todo” para sacarte del subdesarrollo
y hacerte superar tus supersticiones arcaicas. Es decir, vamos a hacer aquí una
economía moderna, capitalista, industrial. Para resumir, desarrollo se ha usado
como ejercicio de poder.
El concepto mismo de bienestar
es relativo. PNUD-OEA recientemente lo ha redefinido en el sentido de
desarrollo humano, con todas las implicaciones que hemos señalado. Y es este
sentido el correcto, que la cultura es relevante para el desarrollo, su nuez
central. La concepción del bien común y hasta de la pobreza misma son
definiciones culturales a las cuales deben adaptarse los programas de
desarrollo y no al revés. Un buen paso en ese sentido es el respeto a los
conocimientos tradicionales y favorecer las sinergias entre ciencia y
conocimientos locales, tal como se ha expresado en las Cumbres sobre Desarrollo
Sostenible.
La UNESCO
ha insistido mucho en la preservación de la diversidad cultural como una forma
de compartir el patrimonio del pasado, la experiencia del presente y la
expectativa del futuro como sostenibilidad de un desarrollo para todos. Y ha
llegado a afirmar que la diversidad cultural es tan necesaria para el género
humano como la diversidad biológica para los seres vivos. El organismo ha
partido de la base de un diálogo de lo que ha denominado diálogo entre el
desarrollo material e inmaterial, definiendo este último como “el conjunto
de capacidades que permite a las sociedades, a las comunidades y a las naciones
definir sus escenarios de futuro de una manera integrada, dando prioridad a
valores como participación, transparencia y responsabilidad”.
En suma, los viejos conceptos de
desarrollo se han cambiado hacia el de desarrollo humano, rompiendo los límites
del crecimiento económico para incorporar los derechos a la libertad, a la
participación y al mejoramiento de su calidad de vida, al mantenimiento de los
derechos culturales. Igualmente, así como hay un nuevo concepto de desarrollo
lo hay también de cultura, uno que hace escapar el concepto de bellas artes,
humanidades o folclore para llevarlo hasta expresiones de industrias creativas,
nuevas tecnologías, movimientos socioculturales o sectores sociales emergentes.
En cualquier caso, hemos llegado a la cultura como finalidad del desarrollo,
incluyendo salud y fortalecimiento institucional, entre otras.
Ha sido el
premio Nobel de Economía (1998) Amartya Sen (India) uno de los más entusiastas
impulsores de la cultura como base de del desarrollo contemporáneo. En un
artículo en “Diálogo” (UNESCO), el distinguido profesor de Lamont y Harvard
insiste en el concepto de desarrollo “como
un proceso que enriquece la libertad real de los involucrados en la búsqueda de
sus propios valores” al tiempo que caracteriza la expansión de la capacidad
humana como lo central del desarrollo.
@tlopezmelendez
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