Desde un imaginario de cultura

 


Teódulo López Meléndez

Nadie ha ignorado la necesidad de un sistema comercial y financiero abierto y no discriminatorio o del acceso libre de aranceles y cupos de exportaciones de los países menos desarrollados o el problema de la deuda o de la sugerencia de un porcentaje del PIB de los países donantes. Los petitorios, análisis y sugerencias están en todos los documentos que analizan la situación del comercio y de las relaciones económicas internacionales. O las presiones sobre las empresas farmacéuticas para proporcionar vía a los medicamentos esenciales. Ni siquiera faltan el establecimiento de líneas de teléfonos o del aumento en el uso de celulares para facilitar el acceso a las nuevas tecnologías y a la información en general.

Lo que se ha dicho es precisamente que con los actuales avances tecnológicos, conocimientos y recursos financieros es posible superar la pobreza extrema, mientras se recuerda el déficit en la asistencia para el desarrollo y su mala calidad. Y nadie ha pasado por alto que las políticas comerciales siguen negando a los países pobres una participación justa en la prosperidad global.

En el interior de los países la desigualdad de oportunidades se manifiesta por el género, la identidad del grupo o la ubicación geográfica. Se requiere una distribución más equitativa y políticas fiscales con poder de transformación social. Las estructuras de poder niegan la participación. En el plano de la ayuda internacional todavía encontramos que por cada dólar destinado a la cooperación se gastan diez en presupuestos militares y se establecen condiciones muchas veces desconcertantes. Las desigualdades estructurales es el comercio persisten. Las barreras contra los países pobres son tres veces más altas que las que aplican los países ricos entre sí. Siguen los ricos subsidiando su sobreproducción agrícola en porcentajes que equivalen en un día a lo que equivale en un mes la asistencia al sector en los países en vías de desarrollo.

El desarrollo humano consiste en libertad y en formación de capacidades y las condiciones básicas son tener una vida larga y saludable, disponer de educación y de acceso a los recursos necesarios, una activa y decisoria participación en la vida comunitaria y en la determinación política de la sociedad en que viven. La desigualdad es freno fundamental al desarrollo de lo humano y causa esencial de la pobreza. Con este flagelo no puede haber cohesión social.

Hablamos en términos de derechos humanos, no de concesiones. La cuantificación debe hacerse en términos más allá de lo meramente financiero, debe hacerse en términos sociales y políticos, esto es, debemos combatir el acceso desigual a los recursos y en la distribución del poder. Sin combate a la desigualdad no habrá reducción satisfactoria de la pobreza. Más allá de las consideraciones técnicas sobre el ingreso per cápita o los índices de productividad hay que mirar hacia el capital social y la formación de ciudadanía. Hay que accionar sobre ese imaginario de cultura en procura de un desarrollo integral colectivo.

@tlopezmelendez

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