La democracia
implica el interés por lo colectivo y es, en el fondo, incompatible con el
egoísmo. Si el interés colectivo, en esta forma de gobierno, está por encima
del interés particular, podemos comenzar a entender por qué la democracia
presenta resquebrajaduras.
La “realidad real” de lo social ha sido sustituida por la “realidad fantasmagórica” de la imagen. El mundo del hombre que se satisface, el “yócrata”, está representado, mientras cada vez más gruesas masas empobrecidas no la tienen.
El hombre dominado por el afán de bienestar carece de significado. Se ha convertido en un “dividuo”. La cultura y el pensamiento son estorbos que le impiden el acceso al bienestar. De esta manera la organización política sufre las consecuencias. Se hace indispensable la sepultura de la política. Sin política el cuerpo social no puede funcionar. Queda abierto el camino hacia la aparición de las nuevas formas de totalitarismo.
El eros que ha sido derrotado, abandonado y lanzado a la cesta del olvido por la “yocracia” es sustituido por el “amor” que el dictador emergente ofrece: “amor al pueblo”, “amor a las pobres”, “amor a los desposeídos”, “amor a los débiles”.
No hay duda del resquebrajamiento del lazo social como no hay duda de la mediocridad de nuestro tiempo. El mundo se ha hecho estéril y con él la forma ideal de organización política, la democracia, sólo que tal declive parece no angustiar al común, sólo a una minoría alerta. Es que en este mundo mediatizado sólo se está disponible para la trama comunicacional y la democracia ha pasado a ser parte de ella. La cohesión viene ahora desde allí, no de las instituciones políticas que pasaron a ser enredadoras de la libre velocidad con que el mercado y la comunicación deben desarrollarse.
Así, la política está obligada a desdibujarse, no puede haber instituciones de ella derivadas que se mantengan pues automáticamente se convertirían en escollos. La tarea necesaria es redibujar la política.
@tlopezmelendez
Comentarios
Publicar un comentario