Teódulo López Meléndez
La creación de una nueva realidad se le está asemejando a algunos una especie de misión irrealizable para la cual alega carecer de fuerzas. La palabra solución parece haberse escapado como un errante cuerpo celeste no sometido a gravitación alguna. Ya pensar en las salidas posibles se le antoja una característica baldía.
El nuevo paradigma capaz de despertarlo no se asoma o la hace impotente para sacarlo de las tragedias históricas que lo sumieron en el letargo. Quizás piense que el conocimiento que ya tiene de la historia es suficiente para autocondenarse.
Es una particular ataraxia que sustituye con imperturbabilidad la condición alerta. No puede así terminar la mirada. Debemos volver a preguntarnos porque se ha alejado de su papel de descifrador de enigmas. La insatisfacción con lo existente parece haber perdido su capacidad de motorizar el eterno viaje hacia el conocimiento. El hombre ha perdido la fuerza para imponer la sumisión de la realidad al orden simbólico. Esto es, ha dejado de interrogarse y no me refiero en exclusividad a la especulación filosófica sino a la pérdida global de una estructura reflexiva. El cansancio ha alcanzado hasta el comprenderse a sí mismo. Esto es, parecemos presididos por una renuncia a la necesidad básica de sentido.
El hombre es alguien que llega a ser. El hombre no es un simple marchante hacia su propia finitud. Sin embargo, ahora parece sembrado melancólico en un presente abrumador negativo que se le asemeja a un fin de camino, olvidando su condición de ser que se trasciende a sí mismo.
Quizás sufre una pérdida del sentido de autoposesión que lo ha llevado a ver reducida su condición impredecible. A pesar de estar sumido en un individualismo hedonista es como un prisionero de lo vivido.
En suma, los planteamientos reduccionistas cumplieron su tarea, reducir a lo conocido, la totalidad a lo observable. He aquí el origen del desasosiego. Cuando la vía de acceso a la realidad se hizo única, paralelamente la transformación de la realidad se hizo mecánica y eso es un desorden, lo que podríamos hacer equivaler a una ausencia de novedad mediante el atosigamiento.
Quizás el misterio es lo esencial olvidado. Es por ello que insisto de manera frecuente en la palabra “reinvención” como sustitutivo de desencanto. La falta de sentido y la reclusión hacen este pensamiento débil que es la enfermedad fundamental de este tiempo. Lo nuevo será inevitable, si es que seguimos manteniendo la confianza, pero lo nuevo es urgente por la vía de la restitución del centro y la superación de la imagen. Es el reto o desafío para el cual debemos despertar al transeúnte.
@tlopezmelendez
Solución, palabra mágica para discurso político, para la realidad política. Se nos escapa una buena posibilidad de poder alcanzar una unidad que conduzca a una transición.
ResponderEliminarNo dejen de leer este artículo. Cómo siempre, bien fundamentado.
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