Teódulo López Meléndez
Las cuentas varían y las cifras marean, pero se
cuentan 45 conflictos armados por aquí, 35 más allá, 21 por acullá, Lo dice la
Academia de Derecho Internacional Humanitario y Derechos Humanos de Ginebra y
no se le ve sentido el ponerse a discutir con tan afamada cofradía.
Cierto es que hemos venido respondiendo a
quienes preguntan sobre cómo hará el hombre en este siglo cuando en el pasado
respondió con dos conflagraciones mundiales que simplemente con conflictos
localizados. Existe la capacidad de destrucción mutua, lo que dio lugar a eso
denominado la guerra fría, ahora sustituida por tumores calientes.
Las predicciones se hicieron famosas con
Nostradamus a quien se le ocurrió escribir 942 cuartetas poéticas bajo el
título de Les Prophéties. Sin
embargo, hay que admitir que entraremos al 2024 con la continuidad de las dos
que más acaparan espacio para la muerte, la de Ucrania y la de Gaza.
La primera se ve más prolongada hasta que
alguien le haga ver a Ucrania que debe ir desde ese fracaso llamado ofensiva
hacia una política defensiva y dejar de gastar todo lo que le dan es atacar en
lugar de aprestarse a su reconstrucción. Seguramente la aguda nota llegará
desde un occidente cansado financiera y militarmente. Sobre la segunda no
sabemos cuánto tardará en caer el último edificio en Gaza.
Adónde va el mundo, es una pregunta que oímos a
diario, aderezada con el pensamiento en los descendientes. Un hecho clave no se
producirá hasta finales del ¿nuevo? Año, cuando se produzcan las elecciones
presidenciales norteamericanas y que –por estas fechas- los estudios indican
las ganará Donald Trump, lo que llevará a un gobierno autoritario y de
profundización de la crisis de la democracia en ese país. Entre otras
consecuencias la despistada Europa recibirá la espalda gringa, todos los otros
aliados manifestarán desconfianza y correrán a armarse, el cambio climático
llamado de nuevo una falsedad y la hostilidad contra China impresa en Casa
Blanca.
Europa está vacía. Macron se inició no sólo con
la pretensión de cambiar a Francia sino a Europa, a la que puso todos los
calificativos críticos sobre sus instituciones y helo allí terminando como uno
del coro, uno más sin aliento.
Al fin y al cabo, Nostradamus fue un boticario francés.
@tlopezmelendez
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