Teódulo López
Meléndez
La chiripa ha trascendido. De pequeña cucaracha pasó al billar y a la política, al fin y al cabo ejercicios parecidos sobre una mesa con tapete.
No sabemos si desde allí pasó a la cotidianeidad del lenguaje, dado que de chiripa nos ocupamos del asunto. Pero no olvidemos que exclamarla equivale a la obtención de un logro, de chiripa.
Es una carambola para celebrar una obtención o el habernos librado de algo, con derivaciones hacia el amontonamiento de pequeños heterogéneos, como es el caso de aquel chiripero que se agrupó en torno a Rafael Caldera y que hoy se hace recordar en nuevos intentos.
Cuando se pregunta a algún encuentro sobre condiciones personales o satisfacción de necesidades básicas inevitablemente se escucha “de chiripa”. Se come de chiripa o se atiende la enfermedad de chiripa, lo cual muestra una variante de la expresión equivalente a “por pura casualidad”.
En este país se sobrevive de chiripa. Soportamos a los actores –no sin evocar un regreso al origen nominal de la palabra- de chiripa. El país mismo sobrevive de chiripa, si a ver vamos a los que se marchan atravesando la selva peligrosa. Debe ser por hábito, dado que este país está lleno de peligrosas chiripas.
Sin orden ni concierto ya en este país las cosas suceden de chiripa. El país ha entrado en deuda con las chiripas. Pero con quien no se está en deuda es con cada gran chiripa que aspira a su propio chiripero. Pero parece haber una inhibición motora en las chiripas. Se requieren prótesis para las chiripas.
Ya este presente está requiriendo entomólogos, pero no hay quien se atreva a dictar los cursos por los paupérrimos salarios. Ni que se inventen el bono de las chiripas.
La matemática es ahora asunto de chiripa. Los resultados son de chiripa. Hay que sacar al país de las carambolas. Hay que cerrar la mesa de billar. Es menester un desprendimiento que no se asoma en los portadores de los tacos.
Hay que desinflar los egos. Se hace necesaria la reciedumbre de un país, de uno que entienda de circunstancias y de realidades, de uno que está, aunque amodorrado. El país no puede seguir viendo carambolas o concentrado en las estridencias. El país no puede seguir confiando en que se construyan prótesis. El país debe apelar a sus propias piernas y no de chiripa.
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