Teódulo López Meléndez
Para hablar de vestidos iremos
hasta los griegos, pero precisando que semejante viaje se debe hacer sólo
cuando se refiere uno a los vestidos de la democracia. Los vestidos pueden
estar de moda o demodé porque, al fin
y al cabo, la palabra moda nos llegó del francés mode y esta a su vez del latín modus,
adaptado ahora como mecanismo regulador de convocatorias. Para rendirle honores
no hay como citar a Ives Saint Laurent: “A lo
largo de los años he aprendido que lo importante de un vestido es la mujer que
lo lleva.”
No había quórum, no había manera de tomar decisiones, era menester
recurrir a incentivos económicos para que los ciudadanos concurriesen. “Está en crisis la democracia”, y quien lo denunciaba era nada menos que Aristóteles. Para bajar las
preocupaciones, Aristófanes escribió La
asamblea de las mujeres donde mira el delicado asunto con ojos de sátira.
En efecto, se inventa a Blépiro, asambleísta él que padece de estreñimiento y
tiene que dedicarse a resolverlo, lo que hace que algunos vivos se aprovechen
de tan arduo esfuerzo para ejercer la democracia con otro vestido.
El acto político es un acto de movilización de voluntades ajenas con
eficacia suficiente para que resulte afectado el envoltorio, esto es, lo que
está de moda. Resulta indispensable recurrir a la escuela cínica cuando a la
democracia se le pone el mismo vestido. Blépiro, el personaje de Aristófanes,
nos deja claro que mientras algunos resuelven sus problemas digestivos otros
asumen el protagonismo.
Uno de los vestidos múltiples que se le ponen a la democracia es el de
la resolución de problemas. De manera que los que quieren hacer llegar a los
ciudadanos la convocatoria se esmeran en extraños anuncios. De esta manera los
que recurren primarios se convierten en sastres y no en pensadores de nuevos
códigos de ADN.
Los ciudadanos ahítos de tanta tela vieja se aíslan del sonido de las
renovadas flautas y de los raídos vestidos. O el endeble cuerpo se reconoce
como más importante que los vestidos o los convocantes de primarias se van a
quedar con los crespos hechos. Lo peor no es que se queden ellos, es que dejen
a toda una sociedad a merced de los depredadores. En definitiva, hay que dejar
a Blépiro resolviendo su estreñimiento.
@tlopezmelendez
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