Las consecuencias de las faltas

 



Teódulo López Meléndez

La representación puede ser tomada como la imposibilidad de una democracia directa. En sus orígenes se planteaba como la vía para que los gobernantes ejercieran el poder con la aceptación libérrima de sus gobernados. Esas élites representativas fueron degenerando en castas opuestas al espíritu original. Tal evolución era concerniente a un sistema que en sí portaba el germen de reducción de la democracia. No obstante, se consideró la mejor manera de administrar las complejas sociedades de la era industrial. Al nacer el concepto y la práctica de representación la sociedad no se gobierna a sí misma sino que pasa a ser recipiendaria de las políticas y decisiones tomadas por los representantes, aunque se sometan a las formas conseguidas para atenuar la paradoja de la representatividad.

Se agrega la muerte de las ideologías convertidas en cascarones vacíos incapaces de sumar voluntades. El argumento simplista que plantea “los partidos deben cambiar” no encuentra base en la realidad de la práctica política. Lo que hay que recalcar es que, en cualquier caso, los partidos han perdido el monopolio del ejercicio político y se les augura un destino describible como el de ser otros en medio de una multiplicad de actores socio-políticos.

Las respuestas pasan por un proyecto de transformación mediante la creación de formas de sociabilidad inconformistas, la reinvención de la ciudadanía y la maximización de la participación política.  “Repolitización global de la práctica social”, se le ha denominado, esto es, superar la mera participación electoral.

De allí la imperiosa necesidad de construir espacios que deliberan e influyen o determinan las decisiones políticas. La política, vista así, es una práctica continua, una transformación incesante marcada por la toma de decisiones de los nuevos actores ciudadanos. La respuesta es el pragmatismo, uno que no puede ser leído como negación de lo utópico, más bien como el desatar de una imaginación sin carriles, entubamiento o corsés de ortodoxia.

La política se agotó y con ella la forma preferida, esto es, la democracia, dejando el vacío presente. El poder se ha hecho vacuo. Hemos vivido de espasmos o de convulsiones. El venezolano vive las consecuencias de las faltas.

@tlopezmelendez

 

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