Teódulo López Meléndez
La generalidad de los que se han dedicado a estudiar el aspecto
jurídico del proceso de reorganización política del mundo coincide en que se
está a mitad de camino en todo.
Esta obviedad se aborda desde diferentes ángulos y si algunos insisten
en un futuro “federalismo funcional” otros hablan de “construcción federal
sobre un plano particular”, mientras otros niegan al Derecho la posibilidad de
construir fórmulas políticas refiriéndose al proceso que describimos como una
simple forma de cooperación administrativa.
Al mundo jurídico no se le ha escapado lo que sucede, que este conjunto
de expresiones, y muchísimas más, van construyendo todo el entramado jurídico
que habrá de presidir el mundo nuevo que crece ante nuestros ojos.
La separación purista entre política y Derecho que algunos autores
establecen carece de sentido. Para ello basta referirse a los padres fundadores
de los primeros intentos de unidad europea, específicamente a Konrad Adenauer,
que siempre fijaron en lo supranacional un antídoto contra los nacionalismos,
contra el concepto de soberanía y contra el egotismo, entendiendo esta última
palabra “como un sentimiento exagerado de la propia personalidad”. Esto
es, en la concepción original de avance hacia lo supranacional había un
elemento y un propósito político claro derivado de las causas que llevaron al
segundo gran conflicto mundial. Si ese propósito político no hubiese existido
obviamente no existiría la discusión jurídica sobre el marco legal para
envolver lo que estamos viendo.
Admitamos que la discusión bien puede continuar
en el campo de la epistemología jurídica, pero siempre toda forma naciente debe
partir del territorio de la ontología, esto es, del campo de la Filosofía del
Derecho. Las nuevas formas de organización política requieren, ciertamente, de
un marco jurídico y ese marco se ha ido construyendo paralelamente a la
materialización de las formas políticas. Las formas políticas nacientes han
impuesto la necesidad del envoltorio jurídico. Quizás baste recurrir a una
expresión del sociólogo e historiador de las Ciencias Sociales Immanuel
Wallerstein (“El moderno sistema
mundial”) y tomarle prestada su frase de “inventar nuevas formas de escribir la historia”.
@tlopezmelendez
Comentarios
Publicar un comentario