Teódulo López Meléndez
El Tratado de Versalles
impuso a la Alemania derrotada en la primera Gran Guerra condiciones que hasta
analistas inteligentes de los propios países vencedores no vacilaron en
calificar de nefastas.
El pago
de inmensas reparaciones de guerra a los vencedores, la exigencia de
transformación de una industria de producción de guerra a una de producción de
paz a un país sin capacidad de consumo y con una falta casi absoluta de
productos básicos, con desequilibrios en la balanza de pagos y en el
presupuesto, eran parte del escenario. El cuadro caótico daba una lección que
sigue vigente: no humilles al vencido.
La
conspiración asomaba en el ambiente. Un joven llamado Adolfo Hitler se hizo del
cansancio y el 8 de noviembre de 1923 decidió ir a una cervecería, la Bürgerbräukeller,
al sur de Munich, donde el gobernador de Baviera daba un discurso. Cuando se va
a una cervecería uno se toma una cerveza, que fue lo que hizo Hitler, para
luego enarbolar una pistola, disparar y decretar el inicio de la “revolución
nacional” contra los “traidores” que habían firmado el armisticio de 1918.
El golpe
fracasó, Hitler obtuvo una pena mínima y fue a la cárcel donde recibía apoyos y
simpatía. Una lección que también se ha aprendido: mucho cuidado con los golpes
fracasados, especialmente en Alemania donde gusta tanto la cerveza y en donde
cien años después las autoridades en estado delicado anuncian que han
descubierto un intento de golpe de Estado.
Alemania
ahora no es ajena a la hiperinflación, a la crisis energética y a la avería de la
mediocridad europea, de manera que los “patriotas” de “sanas intenciones
republicanas” han asomado la cabeza. Cito sus “condiciones” porque fueron las
invocadas por el juez que sentenció a Hitler a pena mínima, dado que no
ocultaba sus simpatías. Veremos cómo serán las sentencias a los conspiradores
de un siglo después.
La Marcha
sobre Roma de Mussolini había quedado estampada en la mente de Adolfo Hitler.
Bastaron diez años para que accediera al poder. Un joven doctor en literatura
llamado Joseph Goebbel le dejó dicho: "Un dios te ha dado a ti el don
de la palabra para que expreses nuestro sufrimiento".
El 30
de enero de 1933 Hitler asume como Canciller de Alemania. Aún no sabemos si
pagó aquella cerveza.
@tlopezmelendez
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