Teódulo López Meléndez
Más de un actor político de
este tiempo se está haciendo pasar por representante de Dios. Hace ver que es
el escogido de la divinidad. La imagen que a uno le viene es la de los
faraones, o mejor, en un acceso de reivindicación continental, la de los incas
o de otras civilizaciones precolombinas.
Hemos visto, en Estados Unidos
y Brasil -para olvidar por un momento a los regímenes teocráticos propiamente
dichos- a masas de rodillas, pidiendo a Dios que su líder encarnado gane las
elecciones o pidiendo perdón por la derrota ante su incapacidad de buenos
súbditos de impedir los fraudes de los cuales fueron víctimas.
Trump y Bolsonaro han
aparecido como justificaciones religiosas. Van así a las iglesias o sitios de
reclusión, se cuelan en procesiones, condenan el aborto y aseguran estar
inspirados por Dios para negar la pandemia, resolver la hiperinflación y para
invocar y ejecutar todas las denuncias contra los procedimientos democráticos.
Parece un combate contra la
secularización, contra la separación de Iglesia y de Estado, uno que trae los abusos
cual plaga bíblica y que lleva a Trump y a Bolsonaro a pedir la quema de los
infieles mediante los asaltos a los parlamentos o los llamados a los militares
a hacer respetar la victoria divina violada.
Hay otra causa subyacente, la
caída del prestigio de los políticos, lo que hace más confiables y merecedores
de audiencia a los pastores que corren presurosos -luego de las ayudas
económicas- a salvar a los creyentes de la debacle y de la confusión en que se
encuentran debido a esos actores de lo público.
Súmenle la manipulación
mediática, el uso destructor de las ofertas de la actual tecnología. Así,
pueden permitirse llamar animales a los migrantes o calificar la posesión de
armas como la voluntad de Dios.
No olvidamos que esta
explosiva mezcla entre religión y política anda suelta en otras partes de este
atribulado planeta, Europa dixit, que nos permitimos citar porque Hungría forma
parte de ella. O en Israel donde reaparece Netanyahu a presidir el gobierno más
extremista de la historia de Israel con los muy votados partidos confesionales.
La política mundial también se
conmoverá, pero de ello después de orar, para devolver el fundamento
sacro a la organización de la sociedad.
@tlopezmelendez
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