Teódulo López Meléndez
La noticia, si suponemos por un
instante que existe, es siempre vieja. Banal es, pues, la agreste palabra que
nos surge en relación con la información. Lo comprobamos cada vez que asoman,
por ejemplo, los vientos de guerra y la hipocresía universal.
La única noticia es que el nuevo
límite del hombre es la velocidad con que la noticia se produce y es
transmitida. La noticia es el hecho mismo que nos acontece, la unificación en
una onda electromagnética soberana. Como bien lo dice Virilio, si a usted lo
que le preocupa es que los días pasan, pues deje de preocuparse, que pronto
dejarán de pasar.
El tiempo es ahora aquél de la
exposición, el de la duración de los acontecimientos, el tiempo instantáneo.
Esto implica que "ya no estamos” sino con lo que también Virilio llama "una
telepresencia discreta".
Al ser así, el presente debe ser
reinterpretado, pues pasa a ser una disolución de acceso. En otras palabras, el
tiempo cronológico deja de existir para dejar paso a uno cronoscópico. Lo que
vemos es una fijación del presente. Esto equivale a una contracción y a un
cambio dramático de la percepción. Sustituimos la luz del sol por la velocidad
misma de la luz que nos cambia el "aquí" por el "ahora". El
estrecho espacio de lo humano pasa a segundo plano desde el momento en que el
tiempo se emancipa.
Si el horizonte convergente al
que estamos habituados es sustituido por el que la pantalla nos da, no podremos
imaginar. Este hombre inmóvil que se asoma, será hipersedentario en su
deformación. La mediatización se convierte en la norma frente a nuestros ojos,
ojos que, por lo demás, también desaparecerán absorbidos por uno proveedor de
las nuevas apariencias, valgan la guerra y la hipocresía universal.
El viejo sistema de medir el
tiempo es hundido en el tiempo mismo, con la consecuente pérdida de la historia
y de las diferencias, extermina las viejas referencias humanas y nos convierte,
paradójicamente, en astronautas, o, al menos, nos hace posesionarnos de la
misma sensación de aquél que orbita la Tierra o llega a la Luna. El astronauta
no tiene espacio, distancia ni medida. El astronauta está perdido en la
oscuridad, lo que nos hace recordar la vieja afirmación de algún poeta: "La
oscuridad es el tiempo".
@tlopezmelendez
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