Teódulo López Meléndez
Un mundo termina, no cabe duda, y otro está en
proceso de conformación. Este nuevo mundo que se asoma no es más que una
acumulación en proceso de modificación de todos los mundos anteriores que se sucedieron
o coexistieron.
El nuevo mundo es un entramado complicado de
dimensiones donde juegan desde las técnicas de producción hasta las estructuras
políticas que crujen y las nuevas que se asoman.
El hombre de este nuevo mundo está marcado por
los viejos paradigmas, lo que Alvin Ward Gouldner (“La crisis de la sociología
occidental”) llama la “realidad personal”. Esto es, las ideas
prevalecientes en el mundo que hemos conocido, en el cual hemos vivido. El
hombre de la transición enfrenta el desafío de comprender las formas emergentes
con convicciones pasadas. En buena medida, pensamos nosotros, se reproduce en
él la dualidad de lo emergente, dado que vive, y procura aumentar, una
interiorización aldeana y una ansiosa búsqueda de otro nivel.
El hombre vivía sujeto a su nación, a su
localidad, al Estado que le daba –al menos teóricamente- protección envolvente.
Ahora se enfrenta o se enfrentará a una auténtica pluralidad de mundos con un
sistema de redes que se moverán horizontal y verticalmente, uno en el cual
deberá ejercer una democracia en proceso de invención. Ya no habrá mundos
autárquicos, como los que describe Fossaert, volcados hacia adentro, apenas
transformados por el comercio lejano.
Estamos ante un mundo que nos obliga a incidir.
Es menester el recurso
de la “reflexividad”, tan necesaria al hombre en transición, la necesidad de
una profundización en el “sí mismo”. Los pensadores deben pensar, incluso sobre
su propio pensamiento. Un país que no piensa no puede auto comprenderse. Un
país derivado a atarse en el mástil está a merced de los vientos.
Si en alguna parte hay una crisis de
ideas es en Venezuela. Aquí campean las sirenas trilladas y los venezolanos procuran
reconfortarse en lo que les repiten sus propias seguridades ya fallidas. Hay
que recordarles que “la
visibilidad se construye” (Robert Fossaert). He insistido en la necesidad de alzar la mirada. Este desgaste ha devaluado el principio, el núcleo. Asistimos así a una
sociedad dispersa, donde la apuntación se ha posesionado como respuesta.
@tlopezmelendez
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