El hombre hoy es,
quizás, entendible como “enfermo de la época” y encuentra traducción en el
rechazo a las utopías desprestigiadas y a una sociedad de repetición, amén de
un desencanto estético-político obvio. Este de hoy es titulado por Sloterdijk
“falsa conciencia ilustrada”, lo que conlleva a una relación directa entre la
concepción que el hombre tiene de sí mismo y las formas políticas.
Si inexiste una valía
superior, el hombre contemporáneo está en otra parte, en una de entrega a mercancías
que no tienen trascendencia ni esencia, en la aceptación de un territorio donde
la palabra “libertad” ha perdido sentido. Heidegger nos había dicho de un
estado en que no quedaba nada del Ser en sí y que pasaba a convertirse en un
mero valor por sí mismo.
La explicación
sigue en Heidegger cuando habla del nihilismo como estado psicológico, por
cuanto este sobreviene. Si los valores supremos desvalorizados es lo que
caracteriza al nihilismo, entendemos entonces que vivimos en una sociedad
nihilista. Para Nietzche, el nihilismo supone la merma
de todos los valores y esa, sin duda, es una buena definición de la sociedad
actual. ¿Hemos sido capaces de organizar
una sociedad nihilista cuyos valores hemos asumido como superiores cuando no lo
son? ¿Es este un hombre a la deriva que ha abandonado el pensamiento, al mismo
tiempo que se ha sumado el esquema de la resignación dejando de lado toda
reflexión sobre sí mismo?
La
democracia está reduciendo su espacio geográfico. Las prácticas son las del
populismo y de la manipulación, ambas exacerbadas por la tecnología. Las
elecciones son espectáculos y la verdad es suplantada sin acuerdos sobre sus
cambios. Las viejas instituciones muestran impúdicas su obsolescencia. Al
resquebrajarse las formas políticas se resquebraja también la concepción de un
ser que vive en sociedad.
Este es un tiempo de paradojas, el
tiempo de una democracia sin trascendencia a la que se desprecia por tal
motivo, pero sobre la cual se guarda una última ilusión, la de su retorno, olvidando
que deberá tener pocas similitudes con la que debemos dejar. Mientras, el
lenguaje evoluciona hacia la nada, en sentido heideggeriano, pero aún los
oficiantes buscamos la acepción en el barullo.
@tlopezmelendez
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