Teódulo López Meléndez
La creación de una nueva realidad se le asemeja, al venezolano de hoy, a
una especie de misión irrealizable. La palabra solución parece haberse escapado
como un errante cuerpo celeste no sometido a gravitación alguna. Ya pensar en
las definiciones posibles se le antoja un derroche, una característica baldía
de su antepasado de los tiempos históricos terminados. Los “líderes” se dedican
a repetir las mismas sandeces sabiéndolas impracticables. Algunos comenzamos a
llamar este tiempo en el que estamos uno entre paréntesis.
Hoy se mira la realidad con cansancio y el pesimismo se establece como
un pesado herraje que impide el poder transformador. Quizás se piense que el
conocimiento que se tiene de la historia es suficiente para autocondenarse. Es
una particular ataraxía que sustituye con imperturbabilidad la condición
alerta.
No puede así terminar la mirada bajo el alegato de que hemos analizado
hasta la saciedad. Debemos volver a preguntarnos porque se ha alejado de su
papel de descifrador de enigmas. La insatisfacción con lo existente parece
haber perdido su capacidad de motorizar el viaje. Esto es, se ensombreció una
estructura reflexiva. El cansancio ha alcanzado hasta el comprenderse a sí
mismo. Esto es, parecemos presididos por una renuncia a la necesidad básica de
sentido.
El hombre es alguien que llega a ser. El hombre no es un simple
marchante hacia su propia finitud. Sin embargo, ahora parece sembrado
melancólico en un presente abrumador negativo que se le asemeja a un fin de
camino, olvidando su condición de ser que se trasciende a sí mismo.
En suma, los planteamientos reduccionistas cumplieron su tarea, reducir
a lo conocido, la totalidad a lo observable. He aquí el origen del desasosiego de
estos transeúntes. Cuando la vía de acceso a la realidad se hizo única,
paralelamente la transformación de la realidad se hizo mecánica y eso es un
desorden, lo que podríamos hacer equivaler a una ausencia de novedad. Al
convertir lo demás en fantasías improbables el país fue desdibujado, en uno
predecible, en una realidad moldeable.
Estamos teñidos de banalidad. Hay que ir a reinvención como sustitutivo
de desencanto. No es fácil despertar al transeúnte. “Huésped inquietante” llamó
Nietzsche al nihilismo.
@tlopezmelendez
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