Teódulo López
Meléndez
Desde los plátanos
ecuatorianos hasta la carne colombiana o los importadores de fertilizantes de
Brasil, o el trigo escaso y caro en África profundizando la hambruna, por no
pasar por la escasez e inflación en países europeos o, si nos detenemos en
Rumania, por la ausencia de camioneros, lo que ya está convertido en un
problema globalizado.
Son los efectos de
la guerra sobre el comercio mundial, sumados a los de la pandemia que persiste,
lo que hace que los chinos aíslen ciudades enteras como en el caso de Shanghái.
Los altísimos porcentajes rusos en exportación de petróleo y gas no estaban en
los pensamientos cotidianos de muchos.
La interdependencia
afectada ha mostrado a los ojos detalles, como el inmenso porcentaje ocupado
por Rusia y Ucrania en la exportación de trigo y maíz, o en el consumo
importado de diferentes países. Las redes de distribución muestran efectos como
los de las renuncias al trabajo, la escasez de mano de obra y la convicción de
muchos sobre las ventajas en trabajar desde casa.
El mundo se muestra
de nuevo ávido de combustibles fósiles mientras el cambio climático continúa con
sequías o inundaciones, como en Sudáfrica. Lo cierto es que el hambre aumenta y
los desplazados se multiplican, mientras Boris Johnson, “adalid de las
libertades”, el nuevo Churchill pues. el que buscaba evitar su defenestración por
las francachelas en Downing Street 10 durante la pandemia, anuncia solemne que
quien cruce el Canal de la Mancha sin papeles será deportado de inmediato a
Ruanda.
Es el caso ejemplar
de las características del liderazgo mundial. El balance lo hacemos al final de
la Semana Santa, aunque nos queden los llamados del Papa, de los Nobel de la
Paz liderados por Óscar Arias o de António Guterres, pidiendo no se alimente la
guerra sino la diplomacia. También nos quedan una crisis económica agravada,
una carrera armamentista imparable y, vaya abundancia, los análisis
multiplicados sobre si es una nueva guerra fría o la sobrevivencia de la
anterior.
Nos gusta más “todas
las guerras terminan” que aquella “de las guerras se sabe como empiezan pero no
como terminan”. Bajo el hábito de mirar el después nos preguntamos por los dolores,
por el masticar de las palabras y por la suerte de los desposeídos.
@tlopezmelendez
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