Teódulo López Meléndez
El poder se ha hecho vacuo, es decir, inútil, arrastrando consigo a las luchas por obtenerlo, como es lógico en todo proceso de degradación. Ya no miramos a las formas políticas de organización social como paradigma emergente que siembre la posibilidad de un objetivo a alcanzar. Carecen del envoltorio de las ideas convirtiéndose en praxis realizada. Hemos vivido de espasmos o de convulsiones sin conseguir un nuevo envoltorio protector. El venezolano vive las consecuencias atormentadoras de la falta.
Quizás como nunca hemos dejado atrás el pasado sin que exista un presente atrayente. La ausencia de verdades proclama como necesaria la reinvención del venezolano, de uno que se debate entre una mirada resignada y un temor hasta ahora intraducible a acción creadora. El peligro inminente es la pérdida de la voluntad que preferiría dejarse dirigir antes que desafiar de nuevo al pensamiento
El deterioro de lo social-político refuerza pues al venezolano en la incertidumbre. El temor por el futuro colectivo se convierte –otra paradoja- en una angustia personalizada de autoescondite.
Seguimos viviendo sembrados en la trayectoria de lo pasado, una que conduce a ninguna parte. Hasta la forma de pensar sigue siendo la misma, en una especie de parálisis cerebral que nos impide comprender que debemos generar nuevos paradigmas que puedan producir una transformación de la realidad inmediata.
El hombre se queda sin los amarres del pasado y sin una definición del porvenir. Es una auténtica contracción del futuro indefinido.
Las llamadas instituciones muestran una incapacidad manifiesta para transformarse, más aún, no es transformación lo que requieren. Frente a un nuevo paradigma cultural, aún en pañales, su rompimiento con la realidad es visible, pues pertenecen a paradigmas superados. El hombre se ha aislado de ella.
Al futuro no se le pueden dar formas inmóviles. Al futuro se le da forma ejerciendo el pensamiento bajo la convicción de una voluntad instituyente en permanente movimiento. Es mediante el pensamiento que se puede afrontar el laberinto propio del siglo XXI, pues la mezcla de elementos previsibles e imprevisibles, fortuitos, causales o indeterminados, replantea con toda su fuerza el cabalgar fuera de dogmatismos.
@tlopezmelendez
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