Teódulo López
Meléndez
La política parecía asomarse tímidamente cuando una irrupción
de acontecimientos parece haberle tirado la puerta en las narices.
Los dimes y diretes, los recules
y las enmiendas, las ratificaciones y las exasperaciones, están a la vista de
todos.
Lo que parece olvidado son los
requerimientos del país, uno confundido que el poco tiempo que dedica al
destino colectivo -robado a la atención de sus necesidades básicas- es para
mostrar escepticismo y desolación.
Hay intereses superiores. Nadie
se puede justificar, por ejemplo, en prevalecer una línea de acción alegándola para
preservar los activos del país en el exterior, con todos los calificativos del
caso a los oponentes, cuando lo que se requiere es un acuerdo para su uso en la
atención de las necesidades básicas.
Lo que interesa es el uso de esos
recursos de manera protegida, evitando las uñas depredadoras, para lo cual hay
métodos y procedimientos que han sido señalados, con control estricto y
supervisión que impidan desvíos y rapiñas. Eso es lo que espera el país de
gente que sepa mirar hacia arriba, de políticos que se coloquen en los valores
superiores.
Por el contrario nos estamos
inundando de amenazas, de anuncios represivos, de esfuerzos de congelamiento de
lo que está, de ratificación de un estatus viciado, del mantenimiento de líneas
que no encuentran sustento ni en la realidad del país ni en la necesidad de
retorno de la política. Ambas partes están entrampadas y con ellas un país
doliente.
No se puede andar poniendo
razonamientos de rocas para negarse al diálogo, cuando es el diálogo el lugar
donde se pueden quitar las rocas. Tenemos la lógica al revés. Esa exigencia de
condiciones previas, endurecidas a diario, reniega de la realidad. Si los requerimientos
de cada parte son tan encontrados es obvio que se requieren concesiones, no la
enumeración alterada y reiterada de su tamaño, sino la pausa creativa del
diálogo.
Hay que volver a abrir la puerta
a la política. De lo contrario el 2022 será infecundo y pernicioso. Para los
ciudadanos comunes, no para ellos. “La
gente construye la casa para vivir en ella y la gente funda la ciudad para
salir de la casa y encontrarse con otros que también han salido de la suya”, dejó
dicho José Ortega y Gasset.
@tlopezmelendez
Eso es totalmente cierto , ojalá nuestros dirigentes tomarán en cuenta las opiniones correctas
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