Teódulo López Meléndez
En medio de la actual crisis los
políticos no ejercen lo político, no recurren a la forma de conocimiento
superior que permita hacer inteligible la realidad política. Tal vez el quid se
encuentre en una racionalización efectista de la práctica política y en una
consecuencia de la llamada muerte de las ideologías, sin darse cuenta que lo
que esto último implica no es el abandono de un corpus de ideas sino una
libertad adicional para afrontar los problemas concretos sin tapaojos.
El debate sobre el tema no es
nuevo. Se sitúa en los años 50 (the
decline of political theory). De 1965 a 1975 se habla de la “década del
desencanto”. Todo esto es cierto, pero está centrada la discusión en
contradicciones metodológicas y conceptuales al interno mismo de la filosofía
política hasta el punto de haberse oído de su muerte. Luego se habla de su
renacimiento, entre mediados de los setenta y ochenta.
En apoyo a mis constantes
exigencias de un pragmatismo con ideas, hoy se acepta que resulta imposible
establecer previsiones de tipo nomológico-deductivo y ni siquiera regularidades
de larga duración en el camino de la política. Y muchos menos son susceptibles
de verificación, medición o cuantificación.
Temas políticos y filosóficos
entremezclados están ya en Lao Tse o en el profeta Isaías. La cultura griega es
prolija para estos ejemplos. Al fin y al cabo hablar sobre la Polis era un
método de decir y escuchar lenguajes. Quizás podamos recurrir a una expresión
un tanto extraña hoy, como asegurar que la filosofía se encuentra en una
discusión política de plaza. Grecia tenía dentro de sí el impulso crítico que
le permitía revisar las concepciones sociales. O el uso de la tragedia como
expresión de las aporías de la ciudad. O los historiadores en la búsqueda de
una explicación para el obrar humano. O más acá la lectura de Shakespeare.
Quién podría ahorrarle a Maquiavelo el título de filósofo de la política,
aunque algunos prefieran llamarlo el fundador de las Ciencias Políticas
Bobbio nos es útil cuando señala
las tres preguntas filosóficas básicas: ¿Qué me cabe esperar?, ¿Cómo debo de
actuar?, ¿Qué puedo saber? Quizás estas sean exactamente las tres preguntas que
el hombre contemporáneo no se está haciendo sobre la política.
@tlopezmelendez
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