Teódulo López
Meléndez
Este país es un archipiélago de
minorías al que Internet le hace nacer cada día nuevas islas volcánicas.
Ya hemos visto la esperada
erupción post mega, desde quién determinó lo que la oposición ganaba y nada
originales expresiones del mundo en el caldo lo que incluyó a Blinken reiterando
la estrategia fallida. A ello sumemos retorcidas expresiones de todo tipo y el
abandono del interés común. Menos mal que la misión de la UE restituyó la
objetividad preliminar. Falta restituir el diálogo.
Obviemos, sin embargo, las
erupciones, y los eructos, para darnos
cuenta que en esta era dónde el prefijo “meta” se anexa a toda consideración,
agregamos imágenes especulares obviando la realidad.
Es obvia la tendencia global a
apartar a los viejos actores. Lo vimos en Chile desde la elección de los
constituyentistas hasta los dos competidores en la segunda vuelta presidencial,
que deja de lado a los gobernantes de la Concertación posterior a Pinochet,
hasta en El Salvador donde Bukele redujo al mínimo a la izquierda del Frente
Farabundo Martí y a la derechista ARENA, sólo para citar dos casos de nuestro
entorno latinoamericano. Se reproduzcan o no, otros actores irrumpen, muchos
marcados por las tendencias populistas que se anotan en la crisis de la
democracia
A pesar de erupciones y eructos
esta nuestra es una sociedad paradójicamente ensimismada. La paradoja ha sido
una constante de nuestra historia. Somos un cuerpo social fraccionado que
ambiciona una imagen especular. Hasta el relevo de las tradicionales
organizaciones políticas es entre nosotros pintoresca. Sobre todas las
circunstancias lo que realmente existe en una ruptura de nuestro contrato
social, y no se pueden pegar las partes de un papel roto, sino reescribir en
una nueva hoja.
Aquí las cosas no se arreglan,
como ingenuamente pretenden algunos, con la aparición de los actores dándose
golpes de pecho y orando “por mi culpa, por mi grandísima culpa”. Aquí hay que
reescribir los términos de la cohesión, pues no se trata de construir puentes
entre islas, sino de integración de territorios como aquel supercontinente de
nombre Pangea. No es exageración ni espera de imposibles. Basta rescatar la
norma cultural que unifique. Al país, no a las banderías.
@tlopezmelendez
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