Teódulo López Meléndez
Este país se llena cada día de
truculencia. Son los hechos truculentos los que constituyen nuestra
cotidianeidad política. Los truculentos están por todas partes, desde el
funcionario público que cree su obligación es no responder ni a una solicitud
de información hasta el que atribuye a las iguanas hechos de sabotaje; desde el
que acusa a un líder comunista de ser agente de la CIA hasta los maniobreros
que reviven personajes extintos de la anterior administración norteamericana
para justificar su fracaso y encontrar un chivo expiatorio.
Se dice que este país ha
regresado al siglo XIX pero, ante tanta truculencia, uno va a dar al siglo II
a.C a encontrarse con el comediógrafo latino Plauto. Allí, en su obra Truculento, uno encuentra los
caracteres bárbaros, el relato de los bajos fondos, en fin, una obra pesimista
y una cínica visión de la condición humana.
Truculentos, del latin truculentus, tal como da la palabra la
RAE manteniendo sus raíces latinas, aunque quizás en Venezuela la palabra esté
más cercana a “Truco”, ese juego de cartas que algunos sostienen nos llegó de
Argentina, aunque aquí le colocamos las variantes caribeñas.
Aquí se juega con el país como si
fuese una baraja. Basta mirar a los jugadores planteando candidaturas absurdas
para el 21N, la protesta de los grupos minoritarios que no son ni baldosa de plataforma
quejándose del olvido.
Ah, pero hay que agregarle lo
internacional con sus planteamientos constantes de distorsión, en especial los
Estados Unidos de quien no se sabe hacia dónde va sobre Venezuela, pero que se
sospecha (alguna pregunta sobre cuando termina la prórroga de la AN del 2005 o
el mantenimiento de la protección sobre CITGO no sin agregarle a los acreedores
que al inicio del 2022 se verá), lo que indica tímidos movimientos que dejarán
de serlo.
Celebraciones sobre presos
extraditables al imperio “a cantar” y las respuestas más antipolíticas y
antidiplomáticas, de parte de “notables” sobre la jugarreta que implica a uno
de ellos, deben sumarse a Plauto, cuyo Truculentus
no fue muy gustado en su época por supuesta vulgaridad, léase descarnado. Moralina en tiempos aun sin cristianismo.
Hay que leer a los comediantes
latinos en un país de truculencias. Este es un país “plautónico”.
@tlopezmelendez
Muy acertado como siempre su escrito ,
ResponderEliminar