Los dictadores de la democracia

 



Teódulo López Meléndez

La democracia como la conocimos estaba asociada a la era industrial terminada. Algunos retardados frente a la evolución repiten todavía “sin partidos no hay democracia” o manifiestan esperanza de que ellos se regeneren por un acceso de bondad o de repentina conversión a la “buenura”.

Los tiempos presentes son de movimientos, algunos permanentes y otros efímeros, unos que logran sus objetivos y desaparecen y algunos que se mantienen en una batalla en procura de sus fines inalcanzados. Están determinados por razones específicas.

Nadie está afirmando que los partidos deben desaparecer. Lo que se afirma es que deben ser reducidos a lo justo, esto es, unos instrumentos más de mediación democrática entre la población y el poder. En otras palabras, despojarlos de esa propiedad total y hegemónica sobre el cuerpo político que ha conducido a la aparición de las partidocracias, a los tribunales disciplinarios internos y al monopolio de la representación.   

Las ideologías envolventes están muertas. Ya proclamar la ‘doctrina” como respuesta global a un modelo de sociedad, asumirse como propietario de todas las respuestas, ha convertido a muchos actores de la democracia en actores de la antidemocracia. Ya los adjetivos supuestamente definitorios son demodé, olores rancios. Paradigmas vencidos. Ya ese cuerpo ideológico de modelo es basura de la historia, aunque algunos se empeñen en insuflar con cartillas primitivas y con lenguaje incoherente.

La aparición del populismo se debe en grandísima parte a la ineficacia de esa democracia del pasado que se pretende mantener. Los autócratas en su nueva versión usan la democracia vieja para establecer sus imperios dictatoriales. Mientras, muchos pueblos duermen ante el menoscabo que se le hace de la libertad, aunque admitamos que en algunos lugares de América Latina comienza a asomarse un brote organizativo que rechaza a los dictadores de la democracia.

Esta es la era digital con todas su contradicciones. Todos los viejos componentes están deshilachados, desde el trabajo hasta el concepto de poder, desde los parámetros de la economía hasta la movilidad humana.  

Estos tiempos requieren pragmatismo, pero con ideas, pues sin ellas este interregno sólo será residuo de populistas.

@tlopezmelendez

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