La lechuza de los ojos penetrantes

 



Teódulo  López Meléndez 

En la mitología la lechuza encarna la sabiduría como símbolo de Minerva (o Atenea), la diosa de la razón nacida de la cabeza de Zeus. Por supuesto que tiene unos ojos penetrantes que la hacen moverse en la oscuridad con diligente sapiencia.

Quizás sus primeras menciones estén en Teogonía de Hesíodo o en las Olímpicas VII de Píndaro. En cualquier caso también se la aparece a Ulises en alguno de sus viajes. Plutarco, en Vida de Pericles, describe una aparición de la lechuza donde le señala a éste un tratamiento para curar a un ciudadano herido.

Es la que sigue siendo la buena medicina para los ciudadanos heridos de desidia y que no encuentran remedio para la soledad y el abandono. Tanto que encontramos en 207 a. C. que poetas y actores le hicieron un santuario en el Aventino, la lechuza ya grecolatina, y que algunos historiadores soportan como el sitio del juramento de Bolívar en sustitución del Monte Sacro.

Atenea para los griegos y Minerva para los romanos esa lechuza nació de un hachazo. Hasta las monedas de la era clásica ateniense las lucían sin adjetivos grandilocuentes. 

En Filosofía del Derecho Friedrich Hegel dejó una frase archiconocida “El búho de Minerva solo levanta el vuelo en el crepúsculo”. Lo que quería decir era que sólo se entiende una era histórica cuando ha terminado. Es la retrospección informada la que hace que los sucesos, y sus causas, se hagan transparentes, cuando ya la noche ha llegado y corresponden a la lechuza sus ojos penetrantes.

La metáfora de ver en la noche y no cuando los acontecimientos nos confunden o nos atosigan, bien puede llamarse mitología en sentido poco caritativo o atribuirle a Hegel un exceso de romanticismo. Quizás en Venezuela no veamos porque nunca concluimos y los procesos terminan casi por patética majadería propia.

Los ciudadanos de este país nuestro proclaman vivir en una oscuridad interminable, aunque también han sido incapaces de aprender a mirar en la noche, y asumir las lecciones de una sabiduría política ausente que carece de ojos penetrantes.

En el Fedro platónico Sócrates dice: “…todo discurso debe estar compuesto como un organismo vivo, de forma que no sea acéfalo, ni le falten los pies…” Este país requiere asomarse a esta imagen.

@tlopezmelendez

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