Teódulo López Meléndez
El país venezolano tiene muchas carencias, innecesario aludirlas de
nuevo, pero hay una que se esconde debajo de la alfombra, y es la de
dirigentes.
He dicho repetidas veces que tenemos la peor clase política de nuestra
historia cuando nos sobra talento en diversas áreas, pero un talento que ha
mirado a la política con desdén, además de prevenido por un país que no se
ocupaba de los asuntos públicos ni manifestaba interés en el bien común.
Vamos a ahorrarnos la definición aristotélica de “idiota” y digamos que
las naciones están en la obligación de sacudirse a quien no sabe ejercer su
dirección.
El caso más patente e inmediato es el de las elecciones regionales del
21 de noviembre. Vacilan, oscilan, mientras se zancadillean, se muestran
indecisos e incapaces de asumir con coraje sus errores.
No se trata sólo de rescatar el
valor del voto hundido en el descrédito por las acciones de los bandos ni de cómo
se ejerce en las presentes circunstancias –discusión agotada por infinidad de
ejemplos en el mundo- y ya ni siquiera se trata de insistir en la importancia
de gobernadores y alcaldes en una estructura de poder.
La incapacidad ha situado esas elecciones venideras inclusive más allá,
en una oportunidad excepcional para que el país se rebele, para que tome sus
propias decisiones, entre las cuales la elemental es que se recuerde que son
los cuerpos sociales los que producen sus dirigentes y quejarse de ellos no
basta, sino que hay que sustituirlos cuando su incapacidad es manifiesta.
Los militantes de esas viejas estructuras –y las nuevas son tan viejas
como aquellas- deben pasar por encima de la cópulas partidistas –digo cópulas y
no cúpulas- si no llaman a votar, si se encierran en su trampa habitual de que
los militantes mantendrán una obediencia disciplinada. Si eso hacen,
desobedezcan, háganse libres, escojan candidatos por consenso, dialoguen y
vayan a buscar la aquiescencia de sus conciudadanos que es la única que
importa.
Es la hora posible de la rebelión contra los corsés y los ineptos. La
salvación nacional no pasa sino por la gente decidida a construir su propio
futuro. Rebélense y hagan del 21N un parto de otra clase política. No se
quejen, hagan, dense los dirigentes que creen merecer y merézcanselos.
@tlopezmelendez
verdadera rebelión: la persona que decide serlo; se llama tener personalidad!
ResponderEliminarProfesor mis saludos, creo que el desarrollo del partido político como institución democrática es fundamental en la reconstrucción del país.
ResponderEliminarOjalá ésos rebelados líderes encuentren el los PP espacios para la recreación de las virtudes ciudadanas.
Retomar la política y los partidos políticos como institución formadora de dirigentes!!
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