La hoguera de la inutilidad

 



Teódulo López Meléndez

La sociedad venezolana anda mal, en sus modos de comportarse, en sus modos de expresión política, en su lenguaje, en sus reacciones.

El lenguaje político es una competencia de banalidades. Es obvio que estamos compitiendo con el otro con sus mismos instrumentos. Ese igualitarismo venezolano, aparentemente provechoso y dañino en muchos aspectos, nos ha puesto a todos, o a casi todos porque las excepciones son virtudes, a hablar el mismo lenguaje de abajo, del sótano de la historia, del pasado. Montarse sobre el día siguiente sólo se puede mediante el uso y la implementación del lenguaje del futuro, de los planteamientos del porvenir, de la oferta creativa lanzada hacia formas innovadoras de gobierno y al estímulo de formas inventoras de cultura. 

Entendemos el afán por salir, pero sólo anotamos que no basta ese afán. Y hacia donde debemos ir es hacia los extravíos de la sociedad venezolana, sobre los mitos, traumas y resabios aparentemente insertados en su propia cadena de ADN. Esta sociedad presenta resquebrajaduras serias que el resabio ha aprovechado, ensanchado, estimulado y llevado a doctrina de estado. Esta sociedad es egoísta, presenta herencias atávicas, no ha sabido asumir el reto de ciudadanía política. Es por ello que no ha generado los líderes necesarios y es por ello que se debate de fracaso en fracaso. Sin criterio político reproduce situaciones, se deja manipular impunemente, vive de la quema de adrenalina en la hoguera de la inutilidad.

No podemos enfrentar esta profunda crisis con el lenguaje y las ofertas del pasado. No podemos combatir el brote atávico sacando a relucir los peores elementos que todavía pululan en nuestro ADN social. Es necesario un esfuerzo de reintegración sobre nuestras virtudes impulsadas con un proceso regenerativo del lenguaje, de las actitudes, del liderazgo, de los planteamientos, de ese innumerable concepto que denominamos cultura.

La notificación al venezolano sobrexcitado se hará banalidad. Habrá quedado completada la amputación de los sentidos, una manera perniciosa de industrialización de la ausencia. Para eludir la fatal caída es menester abandonar viejos modos que se insisten en usar contra los nuevos textos que deben hoy constituir un cuerpo social.

@tlopezmelendez

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