Casillero

 



Teódulo López Meléndez

The New York Time destacaba la semana pasada algunas de las mentiras puestas a circular con motivo del discurso de Joe Biden ante el Congreso. Así, el presidente obligaría a los estadounidenses a comer menos carne, los funcionarios fronterizos estaban comprando el libro de Kamala Harris para distribuirlo entre los niños refugiados  y el estado de Virginia estaba eliminando las matemáticas avanzadas en las escuelas como parte de un plan para promover la igualdad racial.

Los porcentajes de aceptación eran altos por categorías partidistas, entre aquellos que necesitaban reafirmar las maldades provenientes de la Casa Blanca. Quizás nada nuevo, ya está más que dicho que la gente absorbe lo que la reafirma. Sobre el particular se han analizado las redes y establecido nueva terminología, tal como “posverdad”, seguramente la expresión que ha corrido con mayor fortuna.

Ese análisis nos incita a mirar en lo local. Entre nosotros parece que los voceros públicos tienen ante su estrechez de miras un casillero donde están debidamente colocadas palabras y frases a las cuales se recurre en un buen porcentaje de automatización. Su visión es cuadriculada, clasificada, de facilitación a la manifiesta escasez.

La cotidianeidad de la vida pública venezolana está marcada por  el eslogan, por el lugar común, por la frase hecha que se saca del casillero. No nos estamos refiriendo de  nuevo a la obvia pobreza del lenguaje, más bien a mentes cuadriculadas, al facilismo que ve en la repetición la respuesta a sus necesidades de vida pública.

Así, se repiten los males que todos conocemos sin agregarle una letra de propuesta creativa de respuesta o se repite la jeringonza para lo cual basta meter la mano en alguna casilla o se lanza la frase hecha que nada modifica, que deja todo igual, que supuestamente muestra al actuante como presente y atento al drama criollo.

Igual frente a las encrucijadas de nuestra peripecia política. No ven modificaciones, cambios de situación, alteración de elementos o variantes de las circunstancias, de manera que meten la mano al casillero, ya automáticamente pues lo único que les funciona bien es el casillero, y nadie podrá encontrar una rectificación, una admisión sincera de cambio estratégico. No, sólo el casillero.

@tlopezmelendez

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