El último aliento

 



Teódulo López Meléndez

A veces la repetición nos hace pensar en una especie de cotidianeidad injertada y asumida. Suelen, entonces, escaparse los pormenores y sus trascendencias, los signos apenas visibles que están determinando el futuro inmediato si no es que se adultera en conclusiones calenturientas.

El voto, por ejemplo, sigue perdiendo trascendencia como forma de expresión. Es un fenómeno que escapa a nuestros reducidos límites y se hace mundial. Baste recordar a un presidente de los Estados Unidos sembrando dudas sobre él, haciendo de él una teoría conspirativa, sumiendo a su país en la incertidumbre en vísperas de su ejercicio.

Aquí, con lo de las parlamentarias, y omitamos, por un momento, recordar todas las marramucias que giran en torno a ellas, hemos llegado a una situación que excede a una mera disyuntiva, a un simple ir o no ir, para convertirse en planteamiento de fondo, en razón del ser –dirían los antiguos griegos-, puesto que sin percibirlo en su exacta y angustiante dimensión, el país lo que está viendo es el último aliento del voto.

El país adentro, el país de las pequeñas ciudades y pueblos, ha estado viviendo en los últimos días lo que ha sido denominado como “protestas, cuando más bien podrían ser nominadas convulsiones, palabra que saco de su significado social para limitarlo a un estertor. Ya no aguantan más los dolores, las faltas, las ausencias, la impotencia y exhalan un último aliento antes que la fuerza los reduzca a su lecho de enfermo.

La democracia perece, y permítaseme una vez más no hacer historia ni repetir quejas y lamentos, puesto que se torna en omisión y entelequia, en transfusión no permitida, en añoranza que el paso del tiempo transforma en memoria lejana y en olvido que llega.

Estamos frente a un alargar, a la emisión de un último aliento que se extiende como soplo sobrevenido de las entrañas y que silba sobre las conclusiones de los hechos concretos que se derivan y derivarán, de lo objetivo que pasará, de la distracción momentánea del suceso, uno ausente del último aliento.

Lo objetivo ya no influye, es intrascendente, se ha hecho formación caprichosa de una nube sin carácter y sin lluvia. Lo real imperceptible para este país es la transparencia e invisibilidad del aliento, del último aliento.

@tlopezmelendez

 

 

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