El paraíso de la nada

 



Teódulo López Meléndez

Internet es un “accidente” a la manera en que lo define Paul Virilio, quien bien nos recuerda que no hay adquisición sin pérdida. No olvidemos que la comunicación en las llamadas “redes sociales” generalmente implica mantenerse en la virtualidad sin un encuentro real. Este espacio romántico y libre no es más que una fantasía. Estemos frente a un mero espejismo cultural.

A eso nos está conduciendo cada vez más esta tecnología de la información, así como a una “sabiduría” simplista producida por la cohabitación universal en el ciberespacio y por una razón fundamental: la información no es conocimiento.

La tecnología implica un cambio de sistema cultural que reestructura el mundo social. La técnica se ha hecho autónoma, aunque se plantee como un propósito de mejorar al hombre. En efecto, lo que denominamos progreso está ligado al avance tecnológico. Es obvio que no producirá  los mismos efectos en todas las sociedades y que estos estarán marcados por la incertidumbre y la influencia de las condiciones socioeconómicas.

Como nunca el hombre y la máquina están cercanos y entendemos que lo que ahora miramos como avance tecnológico en el mañana nos parecerá ínfimo y remoto. Quizás ha sido Michio Kaku (La física del futuro, La física de lo imposible), autor de la teoría de las supercuerdas, quien se ha atrevido a plantear posibilidades de lo que seremos. En su concepción estamos en la civilización O que terminará con el agotamiento de las actuales fuentes de energía, para avanzar hacia las civilizaciones I, II y III. Aventurando la posibilidad de una IV indica que en la III la energía utilizada sería "energía Planck", la energía necesaria para rasgar el tejido del espacio y del tiempo.

Ciertamente, mientras más aumenta la capacidad de informarnos a distancia más aislados nos encontramos, dado que sentimientos y emociones se encierran cada vez más en el ámbito individual. Los tiempos de la técnica y del hombre son diferentes, el de la primera impone el ritmo lo que tiende a hacer del segundo un prisionero imperfecto de un instrumento perfecto. Si el desarrollo técnico es desmesurado hay que preguntarse qué falla en la civilización humana si da preferencia a los instrumentos sobre el fin último de su propia existencia.

@tlopezmelendez

 

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