Teódulo López Meléndez
La democracia es simplemente un sistema político formal, es decir, uno donde se vive en libertad, donde la soberanía la ejerce el pueblo en nombre de la humanidad, donde el poder está dividido y existen mecanismos de control para evitar los excesos. La eficacia o ineficacia no pueden, así, atribuirse a un sistema político específico. Deben atribuirse a aquellos elegidos para administrar.
Otra ángulo es el
perfeccionamiento de la libertad y libre expresión que es núcleo de la
democracia. Puede controlarse el abuso de las partidocracias, establecer reglas
claras para el financiamiento electoral, establecer normas de elección ajenas a
las manipulaciones de todo tipo, en suma, perfeccionar los mecanismos en que la
democracia se ejerce. La esencia de la democracia es la contradicción y su
debilidad más peligrosa es la falta de cultura. Digamos que democracia y
dictadura no compiten en términos de eficacia, una no es más eficaz que la
otra. La democracia es libertad y el totalitarismo es opresión. La democracia
se llena de contenido, de respuestas, de logros, dependiendo de quienes la ejercen.
Ahora mismo lo que viven la política y la democracia es la miseria mental de
los actores que dicen practicarlas.
Valoremos a la democracia sin el
referente alternativo de la dictadura. Constantemente traigo a colación como
algunas naciones, ante los ditirambos brillantes de algunas cabezas europeas
entre el final del siglo XIX y comienzos del XX, combatieron las monarquías
corruptas y pedían la república para luego decepcionarse de la república y
dirigir todas sus invectivas contra las mayorías, dando, así, desarrollo al
germen fascista.
Debemos, a estas alturas,
aprender la lección: la democracia es riesgo. Si bien murieron las ideologías,
no lo ha hecho la ciencia política. La soberanía radica en el hombre y el
pueblo la ejerce en su nombre. La democracia es administración de las
contradicciones, otra cosa es tiranía. Cuando las referencias se pierden los
“pueblos soberanos” aletargados aman la paz de sepulcro de las dictaduras. Horacio
dejó dicho para los venezolanos: “Carpe
diem quam minimum credula postero”, en traducción libre “déjate de estar
esperando” ante los ditirambos, lugares comunes e insuficiencia de estos
actores.
@tlopezmelendez
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