Teódulo López Meléndez
Hay muchas clases de expresión
autoritaria, no sólo la obvia de las dictaduras. Puede ejercerse sin la
necesidad del poder, sólo por el hábito y costumbre que se han hecho normas en
un cuerpo social. De manera que hay dominios implícitos tantos como explícitos.
No es sólo la fuerza la que impone, dado que pueden hacerlo el hábito o la
pasividad de la costumbre.
Es así como hay pueblos que
esperan las voces de sus dirigentes, generalmente para corearlas y, en otras
escasas, para aparentemente despreciarlas. La debilidad del obediente se
manifiesta en ambos casos. He dicho muchas veces que quienes fungen como
dirigentes son la expresión del cuerpo social, pues de ninguna otra parte
salieron y a nadie más se parecen. Llega el momento en que los pueblos deben interrogarse
sobre sus partos. La política no puede practicarse sin conocimiento del hombre,
es una de las lecciones que se saca del “Discurso
de la servidumbre voluntaria”, de Étienne de La Boétie, escrito a los 18
años, un libro intemporal y que habla del miedo y que sigue siendo una pieza
indispensable de la teoría política y al cual apelo para dar título a esta
nota.
Los dirigentes muchas veces
abandonan sus roles fundamentales para encerrarse en sus cálculos y
paulatinamente van subyugando a quienes en el fondo desean ser subyugados, para
no tomarse la libertad de pensar y mucho menos la de unirse a sus semejantes
para actuar. Hay especificidades en La Boétie, como aquella de que la lucha
contra los autoritarismos no depende de declaraciones bélicas, ni de la llamada
Comunidad Internacional, agregaríamos. En verdad depende de vencer la disipación y la falsa crispación
de parte de un colectivo que no ha pensado en asumirse.
En esta expoliación de la
intimidad donde los dirigentes se manifiestan como dueños de la res publica uno concluye que la única
vía es que el país venezolano recupere la facultad de tomar sus propias
decisiones. No es que pretendo llegar a desencantos como los de Platón sobre la
posibilidad real de la utopía. Es que llega el momento en que los pueblos deben
asumir la palabra por encima de los dirigentes y, luego, escoger dirigentes que
ejecuten sus decisiones. Con propiedad podríamos denominarlo desenraizar la
servidumbre.
@tlopezmelendez
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