Teódulo López Meléndez
Los recursos que llamaremos
estéticos forman parte del juego político contemporáneo en la personalización,
dramatización y puesta en escena. Hay vinculaciones de términos, pues vemos
dramatización, simulacros, hedonismo y narración en la actual praxis política.
Podemos decir que el proceso político viene falsificado de esta manera, pues se
construye una máscara, una de efectismo forjador de opinión.
Cuando no se tienen criterios o
reflexión para juzgar, el espectáculo es convertido en la única realidad real.
Jacques Rancière, en El espectador
emancipado, traza un cuadro sobre la función del espectador colocado como
punto central entre la estética y la política. Él lo llama la paradoja del
espectador, lo que lleva a concluir con una aparente obviedad, no hay teatro
sin espectadores. Esto es, si los ciudadanos no tuviesen centrada su atención
en el espectáculo que se le ofrece el teatro mismo caería. Mirar es lo
contrario de conocer. Lo que se nos muestra es una apariencia y frente a ella
el espectador no actúa. Este pathos, de símiles entre estética y política, nos
muestra al ciudadano inerme, uno que pone en las tablas la auto-división del
sujeto debido a falta de conocimientos y de información.
A la política no se puede asistir
como al teatro, a ocupar una butaca y permanecer en silencio mientras la obra
se desarrolla. En la democracia se nos ha impuesto una estética de
manipulación. En las dictaduras una de aplanamiento. En las tablas se
distinguió entre la verdadera esencia del teatro y el simulacro del espectáculo.
En la democracia hay que distinguir entre la representación que nos ofrece el
poder, y quienes quieren sustituirlo, por una acción colectiva donde todos
actúan. Como diría Artaud, hay que devolverle a la comunidad la posesión de sus
propias energías. Debord insiste en el problema de la contemplación mimética,
un mundo colectivo cuya realidad no es otra que la desposesión.
En este indudable bosque de
signos todo comienza cuando ignoramos la oposición entre mirar y actuar y
cuando tomamos claridad de que lo visible no es otra cosa que la dominación
configurada. Este venezolano es un circo de función continua o, si se prefiere,
para estar actualizado, un autocine permanentemente abierto.
@tlopezmelendez
Artículo en el diario El Universal (Miércoles 8 de julio 2020).
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