Teódulo López Meléndez
En este mundo de la ruptura de la
doble visión del ojo, de una humanidad disléxica, de la pérdida absoluta de
distancia y de los relieves, de la desaparición del aquí, abandonamos la
perspectiva del espacio para asumir la perspectiva del tiempo. En cualquier
caso, como lo quería Marinetti, belleza estará asociada a velocidad. Entre
otras cosas, el mundo postindustrial está ante una miniaturización del producto
tecnológico.
Paul Virilio acuñó la palabra
“anímatas” para describir a esos extraños visitantes que a la larga se irán
integrando a nosotros como nuevos órganos sustitutivos de aquellos atrofiados o
inservibles o, simplemente, para cubrir otras necesidades, unas no propias de la
evolución de la especie, dado que el caso parece ser que esa evolución ha
terminado. Sí, el sueño dislocador de Marinetti de una identificación plena del
hombre y el motor se asoma. Esa será la nueva salud, anunciada por el propio
Nietzsche y convertida ahora en un espacio reducido y circunscrito, dado que lo
exterior se anula. Si el hombre es ahora el espacio a conquistar la metafísica
reaparece en la forma más insospechada, puesto que este hombre
postevolucionista intervenido por los objetos de la biotécnica se convertirá,
literalmente, en un hombre metafísico.
El futurismo asociaba velocidad a
automóvil. Hoy la velocidad está en las ondas electromagnéticas. Dentro de poco
Internet entrará por la vía de la electricidad, no del teléfono. Bien podemos
decir que la velocidad de la luz es el nuevo límite, uno en que nos
paralizamos. Ya no hay interpretación subjetiva o disociación de apariencias
objetivas. Está rota la unidad de percepción del hombre y su relación con lo
real, si es que a algo podemos seguir llamando así. El ojo humano ha sido
superado por la imagen de síntesis. Virilio nos lo recuerda al hablarnos del
hombre inicialmente móvil, luego automóvil y finalmente mótil, es decir, uno en
cuyas casas pronto no existirán ventanas como las de Shakespeare y Pessoa en
sus sonetos, más sólo pantallas y cables que ocuparán los antiguos lugares de
ellas.
Podemos combatir la atrofia de
los miembros impidiendo que las ondas electromagnéticas transmisoras nos hagan
meros receptores de una “luz” aséptica alimenticia en sí misma.
@tlopezmelendez
Artículo en el diario El Universal (Miércoles 22 de julio 2020)
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