Teódulo López Meléndez
Vivimos en situaciones de cambio:
la crisis del Estado-nación, los peligros localistas y los peligros de la
globalización, el planteamiento de la cultura como un estorbo, la uniformidad
que amenaza con la muerte a sociedades enteras y que, en muchas ocasiones,
trata de imponerse como símbolo de modernidad y progreso o la aparición de
enfermedades que rompen las mentiras de un estado de bienestar invulnerable. La
vida humana es un continuo desafío. La respuesta esencial es romper los
sentidos injertados, empujar hacia lo no condicionado, romper los límites
impuestos y autoimpuestos y tratar, cada día, de empujar la imaginación humana.
El “achatamiento” del hombre
hacia la dicha del objeto y de su posesión ha llevado a la degradación de la
cultura a régimen de industria. Al fin y al cabo, el mensaje cotidiano que se
nos transmite es el del mundo como espectáculo y el de la vida ejercida como la
aceptación de la falta de dicha y su compensación en la pantalla tecnológica.
La falsa tesis de la escogencia ilimitada contrasta con las estructuras de
pobreza y miseria que acogotan a un porcentaje aplastante de la población
mundial.
Las viejas ideologías
totalizantes se derrumbaron. Las premisas de un espíritu religioso dominando el
siglo XXI resultaron falsas. La triunfante “literatura” de la auto-ayuda
procura dar lecciones para el éxito dentro del sistema injertado. En el plano
político el hombre espera respuestas totales sin darse cuenta que ellas no
existen, o son tan simples que no logra verlas. La primera de todas es que el
hombre debe renunciar a la sociedad perfecta que las ideologías le ofrecieron y
admitir que tal cosa no es posible. La segunda, que el sistema político llamado
democracia sólo es perfectible en su continuo ejercicio y riesgo y que es
susceptible de viejas y de nuevas enfermedades. La uniformidad debe ser
combatida y ello pasa por la ampliación de la razón hacia eso que los filósofos
llaman “lo no calculable” o “lo no condicionado”.
Temas estos de primavera ausente,
cuando un virus resquebraja la organización del mundo, rompe unidades
políticas, hace brotar espasmos de totalitarismo apenas escondido, más las subversivas
fotos de la NASA mostrando un planeta limpio gracias a la cuarentena.
@tlopezmelendez
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