Teódulo López Meléndez
El cansancio que lleva al mayo
francés tiene dos escritores emblemáticos que marcan el tiempo de la posguerra.
Son Bertolt Brecht y Jean Paul Sartre.
Brecht había tomado del
expresionismo un marcado acento contra los valores burgueses y asumido un
lenguaje desmitificador en donde no faltaba la proclama de una “humanidad
buena”, pero también una desmitificación lúcida de los mecanismos en cual se
apoyaba el sistema a combatir. Su visión del arte es antiromántica, una
escogencia ética y moral. Ante la Europa que se cansa, Brecht aparece como el
artífice de un planteamiento con vastas implicaciones históricas, políticas y
sociales.
El otro polo que solivianta a los
cansados es Sartre. Él mismo es un “cansado”, un extraño. Las luchas que
desarrolla van desde la guerra en Indochina hasta la política francesa en
Argelia. Convierte en sus textos lo absurdo y el divorcio con lo burgués en una
experiencia psicológica que cala profundamente en la juventud europea. Sartre
concientiza sobre una sensación de inutilidad, de falta de significado, hasta
el punto de que en medio de las revueltas de París se le señala como el líder
intelectual. Estaba abonado el camino para la rebelión contra el cansancio. La
utopía estaba viva, las “causas justas” sobraban, había que cambiar la
sociedad. Se exigía una nueva cultura.
La desesperación de Cioran no
prende en el alma, porque es única y personal, sin propósitos de contagio. La
ruptura de la bipolaridad ideológica y el abandono de la utopía social,
producen una homogenización del mensaje con la ayuda de la tecnología. La
anterior rebelión contra el cansancio tenía abiertos grandes objetivos. La
actual rebelión contra el aburrimiento no busca otra cosa que destruir al
propio aburrimiento. Se protesta contra el comportamiento contra terceros, no
contra el comportamiento en la propia casa. Nadie quiere liberarse del
bienestar, nadie objeta, en ese primer mundo de juventud “contestataria”, el
consumo desenfrenado y los medios de placer, pero se aburren, se aburren
desesperadamente.
No es que Brecht y Sartre estén
reviviendo estos días. Se le recuerda por las proximidades entre cansancio y
aburrimiento. En realidad ya gozan de la historia de la cultura, es decir, de
la falta de vigencia.
@tlopezmelendez
Artículo en el diario El Universal (Miércoles 15 de abril 2020)
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