El nuevo orden mundial




Teódulo López Meléndez

De nuevo orden mundial se ha hablado desde siempre. En la historia moderna recordamos la expresión está en los catorce puntos del presidente Woodrow Wilson al final de la Primera Gran Guerra. Se popularizó de nuevo con el final de la Guerra Fría. Bush y Gorbachov la usaron a placer. En el presente ha vuelto con el Brexit, la presidencia de Trump, el retorno de la influencia rusa, el terrorismo y el calentamiento global.

La velocidad introducida por Internet hace especialmente arriesgado aventurarse en un siglo en el cual termina apenas la segunda década. Apenas podremos hablar de este año redondo 2020, de los elementos que presenta y de los síntomas que anuncia.

Una cosa es evidente, el orden establecido presenta resquebrajaduras. Miremos lo actual, el creciente enfrentamiento entre Estados Unidos e Irán en pleno desarrollo y cuyas consecuencias alteradoras del Oriente Medio están por verse. Es obvio que un orden mundial siempre existe, aunque sea el orden del desorden. La presente lucha por el poder y las zonas de influencia anulan lo que podríamos denominar una predictibilidad asertiva. Podría argumentarse, en contrario, que siempre ha sido así y es verdad, pero lo evidente es que se está rompiendo  lo que podríamos denominar el “arreglo” sobre los roles a jugar y sobre los principios a regir entre los actores del escenario mundial. Sólo, entonces, podemos partir de la aseveración de que un “orden”, o un mundo, se está deshilachando y otro se asoma indeciso e indeterminado. Cuando un mundo se cae y el sustituto no termina de aparecer suele usarse la palabra crisis como definitoria. Hoy no son sólo los Estados los que juegan, sino una multiplicidad de actores no estatales, muchos de los cuales económicos. Estamos asistiendo a este proceso sin que se haya producido el fin de una conflagración mundial, más bien a las guerras internas, a las milicias afines, al terrorismo religioso, a la desaparición de un mundo bipolar no transformado en multipolar, a la inexistencia de uno unipolar, con el muestreo de un renacimiento ruso y de una creciente influencia china y a una disgregación notable en Oriente Medio, convertido este en el más peligroso lugar de los juegos de los actores en busca de zonas bajo influencia o control.
Fue Huntington en señalar que lo que había emergido era un sistema uni-multipolar, con una potencia que podía hacer lo que le viniera en ganas y otras menores clamando por lo contrario. Lo de Estados Unidos es relativo, con un presidente como Donald Trump que negocia con Corea del Norte, con los talibanes afganos y que al tiempo denuncia tratados internacionales, se aísla y no deja de cometer hechos como el asesinato de un alto funcionario de un país en el territorio de otro soltando las alarmas sobre la evolución de los acontecimientos en la zona más peligrosamente conflictiva del mundo.

Contra la globalización ahora se alzan los nacionalismos. Contra el declive del Estado-nación aparece el populismo reclamando “patria”. Contra la unidad de Europa los británicos se enredan con su necio Brexit. Contra la lucha que intenta preservar la salud climática del planeta se producen retiros de los tratados vigentes y los fracasos en las cumbres convocadas a tales efectos. Estados Unidos se queja y se lamenta de su porcentaje de gastos en la OTAN, pero muestra contradicciones en cuanto a su presencia militar y a la realidad de sus acciones bélicas. La Rusia de Putin trata de rescatar su influencia y China sigue su camino con cuidado, ganando influencia a punta de inversiones. La economía se alza como nunca entre los factores de perturbación y en los realineamientos estratégicos. En realidad sería más apropiado hablar de un mundo no-polar.

Pareciera que nos encaminamos hacia la presencia de un grupo de Estados que arreglándose entre ellos permitan un cierto orden. Aún tenemos esperanzas en el avance de conformaciones supranacionales como la Unión Europea, a pesar de su estancamiento. Aquí es preciso nombrar el ascenso de potencias en Asia, uno al cual se había sumado el gobierno de Obama firmando el Acuerdo Transpacífico, pero del cual también se retiró Trump. Ahora es China es el líder. Siempre señalamos que en el siglo XX los conflictos condujeron a las dos Grandes Guerras, uno que ahora parece suicida con el perfeccionamiento de armas de destrucción masiva, hasta el punto que Putin, en plena Navidad de 2019, anuncio el despliegue de su misilística invisible. De manera que no parece tengamos una repetición de un orden mundial surgido al fin de una conflagración, aunque los conflictos localizados extenderán o acortarán el poder.

¿Carrera armamentista? Irán ha dicho, como respuesta a la muerte de Soleimani, que entrará en la cuarta  fase de su reducción del acuerdo nuclear de 2015 en su planta de Fordo de enriquecimiento de uranio con 1.044 centrifugadoras. Rusia, en plena Navidad 2019, anunció el despliegue del “invencible” sistema de misiles hipersónicos Avangard. El crecimiento de la población mundial es un hecho, calculándose que el 66% vivirá en megaurbes. Se pone en duda la capacidad de crecimiento económico y de la oferta de empleo, lo que ha llevado a los economistas al uso de la expresión “estancamiento secular”. Paradójicamente el avance tecnológico podría estar determinando nuevas desigualdades sociales. En el campo político la ineficiencia y la corrupción seguirán produciendo sacudidas violentas. El autoritarismo por encima del Derecho se remarca a cada instante. . Los jóvenes parecen marcados por la ira y la frustración. Hay una fragmentación del poder que contribuye a las interrogantes sin respuestas.

Imposible la realización de retratos del futuro inmediato. Sólo podemos agregar que los desafíos ameritan respuestas y que esta ocasión ellas deberán ser de iniciativas, de acciones y de decisiones urgentes, constructivas, aún en medio del desorden global.



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