De fiesta




Teódulo López Meléndez

Aunque resulte extraño el concepto de fiesta ha sido mirado desde muchos ángulos. Puede entenderse como un acto de sociabilidad, un punto de encuentro, la ruptura de la rutina, como intensificación momentánea. Pues sí, ha sido abordada desde el psicoanálisis, la antropología, el folclore y la etnología. De allí, por ejemplo, los aniversarios como el retomar de memoria.

Quienes se dedican a pensar “aguan la fiesta” para partir de análisis que llevan hasta Rousseau al señalarla como un hecho donde los actores se sienten parte de un acto unitario.

Las hay particulares, nacionales y hasta universales. Varían: ya en Estados Unidos no se dice Feliz Navidad, sino Felices Fiestas, para abarcar a los no cristianos. En cualquier caso, mediante ella se sale de la condición ordinaria para entrar en una especial. No faltan quienes señalan sus efectos políticos sobre los participantes. Las fiestas suelen ser agradables, pues muestran otra posibilidad, aunque los necios aguafiestas se van por temas como estructuras sociales y todas las movilizaciones que dentro de ella se baten.

Pertenecemos a la herencia cultural de occidente y la Navidad es una de las mayores fiestas, seguida ésta del advenimiento de un nuevo año como una marca que se entiende el punto final de una etapa y el comienzo de otra donde las promesas se asumen en el propósito de creación de una nueva realidad. Los poderes fácticos desde siempre han intervenido en ambas, desde un refresco asumiendo al bueno de Nicolás de Bari y vistiéndolo de rojo como su color, para convertirlo en un ícono de su marca y de la fecha. Recordemos que el Obispo, sensibilizado por la joven que no tenía dote para casarse lanzó a su balcón lo suficiente para permitírselo.


El poder político también interviene, apropiándose, él mismo adornando, elemento que está  en el inicio mismo, desde el famoso árbol, pero en estos tiempos en procura de una falsificada identificación con el sentir de la gente. Y la gente la necesita a la fiesta, como método para olvidar las penurias, caso nuestro venezolano obvio y patético. Hay un argumento muy humano: a mí nadie me va a quitar mi fiesta. Hagamos de esta de 2019 una de comunión, de simulación sustituida por un encuentro de todos, de albor de grandes cambios.

@tlopezmelendez

Artículo en el diario El Universal (Miércoles 18 de diciembre 2019).

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