Teódulo López Meléndez
Las quejas se han hecho, incluso,
estadísticas, amén de literatura de ficción. Los estudios demuestran que los
latinoamericanos no privilegian la democracia. Ya en alguna otra parte he dicho
que la democracia es un sistema político formal que parte de la libertad y que,
en consecuencia, es apenas un inicio. Uno de los asuntos centrales quizás está
en el rol de los políticos, estos es, los que ejercen la conducción de los
asuntos públicos y el manejo de las finanzas comunes. La actividad política se
ha ido desprestigiando: cada vez menos gente capaz se inmerge en la política.
No hay ideas en el mundo de la acción
pública, lo que queda es la administración común y rutinaria. La experiencia
venezolana indica que ese desapego es una de las causas por las cuales vivimos
lo que vivimos. Los ciudadanos no son más que individuos exacerbados que no
miden las posibilidades de afectación que tiene sobre su entorno egoísta la
apatía hacia lo colectivo.
La crisis política es un aspecto
o una faceta simple de una crisis más profunda. Lo que está en crisis es el
hombre mismo y, por ende, su forma de organizarse políticamente. La democracia
resiste y lo hace, para paradoja de los extremistas, en pasos como los de la
unidad europea, aunque en el interior de esos países los ciudadanos no se
distingan en mucho de los demás, en cuanto a aburrimiento, a cansancio, a
automatismo. Aún así el poder de decisión, la real posibilidad de elegir o de
cambiar la dirección de un país, siguen sujetos a la imaginación desarrollada
en el campo de la política. La democracia, como todo, es un labrantío donde la
capacidad inventiva debe estar siempre presente, sobre todo si partimos de la
conclusión clara de que el mundo no puede ser perfecto (la muerte de la utopía)
y que el camino está en su búsqueda permanente.
Hay y habrá sobresaltos. La
crisis produce brotes totalitarios. No hay tiempo para pensar ni es productivo
hacerlo. O quizás sea más fiera la conclusión: a poca gente le interesa
devanarse los sesos en las formas posibles de organización social. Una de las
conclusiones obvias es que necesitamos más que nunca de la democracia, en estos
tiempos en que no se consiguen ideas y gobernar se ha convertido en una tarea
para mediocres.
Artículo en el diario El Universal (Miércoles 20 de noviembre 2019)
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