Teódulo López Meléndez
Una cultura implica diseños,
imaginarios, escenarios, estados emocionales y valores, lo que va perfilando lo
que comúnmente llamamos “un modo de vida”. Cuando una sociedad se ensimisma
todo lo refiere a la mera especulación, esto es, a hacer suposiciones sobre lo
que no se conoce.
Ahora tenemos la tecnología
digital, por muchos denominada la netgeneration,
una que marca en una observación que se cree el fiel reflejo de la realidad. La
indeterminación del participante sobre su validez, y su validez misma, conlleva
a la creación de muchos de los fenómenos sociales que hoy vemos. Se nos plantea
así una discusión sobre el valor del conocimiento desde otros ángulos impuestos
por la instantaneidad.
También, claro está, desde el
mero punto de la acción política, bien sea desde la vista anquilosada que
conlleva a planteamientos como la creación de “un hombre nuevo”, encarnado en
disposiciones que pasan absolutamente imperceptibles para una sociedad
ensimismada como la venezolana, como el de la creación de un Instituto para la
Descolonización, o desde el lado del fenómeno de la emersión mundial de una
ultraderecha que vuelve al nacionalismo y se proclama liberal y se centra en el
uso abusivo y condenable de todas las posibilidades nefastas de distorsión que
permite la tecnología arribada a implantar participación, pero una lejana de
cultura, entendida, en primer y esencial término, como la del hombre libre que
crea imaginarios.
La praxis política cotidiana
agobia. Un ejemplo es el del paso dado por la Asamblea Nacional para designar
un nuevo organismo electoral. Se critica la inclusión de tres representantes
del actual poder fáctico en la junta previa como un arreglo proveniente de
turbios arreglos, como si la solución estuviese en sustituir un CNE oficialista
por uno oposicionista. El comportamiento del otro debe ser copiado, parece ser
en este breve párrafo a lo puntual, una realidad interiorizada.
Una sociedad que espera y no
genera es incapaz de nuevas formas de acción política, de cultura democrática.
El haber vivido un buen período en una democracia, aunque imperfecta como
todas, se truncó por la incapacidad de regenerarla. Esta sociedad sigue
ensimismada, viviendo de sus introyecciones especuladas.
Artículo en el diario El Universal (Miércoles 13 de noviembre 2019)
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