Teódulo López Meléndez
La democracia está en retroceso,
es obvio. El asunto está en las causas. Los teoremas giran vertiginosamente
entre los gobernantes de extrema derecha como consecuencia y no efecto, entre
la mediocrización de las élites y el brote de las redes sociales que muestran a
ciudadanos mal equipados cognitiva y emocionalmente. En cualquier caso, todo
mezclado en un escenario donde la frustración y la angustia provocan el
derrumbe estabilizador del centro y el vuelco hacia el populismo.
Quizás lo más polémico en la
teoría de la psicología política sea la mirada a las élites como desvencijadas
y faltas de criterio, lo que fue y es absolutamente cierto, pero reconstruirlas
en su viejo poder resulta cuesta arriba y se hace un planteamiento retrógrado
ante una explosión de Internet que no admite vuelta atrás con miles o millones
diciendo sobre todo, unos racionales y buena parte irracionales., La tecnología
ha pervertido, admitámoslo, ha distorsionado la ventaja de la participación:
hay bots, trolls, fake news y hasta nuevas profesiones como los contratados
para, bajo sueldo, imponer criterios, unos que siempre tienden a confirmar las
viejas creencias y a desestimar los opuestos. Miles de estos simulan batirse
por la democracia mientras hacen lo opuesto.
La democracia requiere
tolerancia, una no aplicable a la lucha contra una dictadura, claro está, pero
lleva en sí la aceptación de los puntos de vista diferentes y el rechazo a
considerar enemigo al que piensa distinto. La distorsión de la democracia hacia
el populismo-autoritarismo de extrema derecha hace exactamente lo contrario.
Lo demás es conocido: corrupción,
ineficacia, políticos improvisados, ineptos y “providenciales” y un tortuoso
apego al poder. Hay un fracaso enorme
del pensamiento. La democracia va en retroceso, se confirma apenas se mira. Al
que piensa se le ignora, pues las masas aburridas y cansadas quieren respuestas
intolerantes. Debemos sacar a la democracia del estigma de que lo único que importa
es conseguir un enemigo a quien culpar, sin idearle nuevas formas. El asunto de
este dramático tiempo es evitar que la democracia termine devorándose a sí
misma. Hay que poner sobre la mesa el pensamiento y la práctica, aunque nadie
aparentemente oiga.
Artículo en el diario El Universal (Miércoles 6 de noviembre 2019).
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